El niño entró al negocio y eligió el modelo que le gustaba. En sus bolsillos, sólo tenía 200 pesos. Cuando el vendedor le mostró el precio, supo que lo que traía no era suficiente, pero antes de salir les dijo que volvería.
Pasado un rato, estuvo de regreso. Había juntado 500, porque su papá le dio los otros 300. Igual, no alcanzaba. Pero el niño no perdía las esperanzas.
Los empleados del local, un policía y un cliente siguieron la escena de las idas y vueltas con mucha atención. Se dieron cuenta que Tobías no era un chico ambicioso. Con simples gestos y mucha humildad los había conmovido.
Entonces, decidieron darle una mano. Los vendedores le buscaron otro modelo más barato y se lo mostraron.
Cuando Tobías las vio, se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. No eran las que él quería, pero para ir a la escuela estaban más que bien. Se las probó y le quedaban de diez.
Decidieron juntar dinero que faltaba, pagaron la diferencia y se las dieron.
El niño se emocionó tanto que los ojos se le llenaron de lágrimas. Dio las gracias y se retiró con su caja de zapatillas nuevas y se fue a su casa.
“Nunca nos pidió nada. Lo ayudamos porque uno no sabe a dónde te puede llevar la vida y alguna vez podés necesitar algo”, contó a El Doce y Vos, una de las empleadas que participó en la movida, para juntar las zapatillas del niño Tobías.