Don Polonio Bustos era mi abuelo. Pero sobre todo era el abuelo de mis hermanos. Es que ellos lo vivieron abuelo allá en el paraje Las Maravillas, en el departamento Río Seco. El lugar donde hizo casa en un bajo que él llamaba el “bajo de las víboras”.
Mi abuelo fue el padre del realismo mágico y no García Marquez. Yo lo conocí viejo cuando nos vinimos a la ciudad y él se nos vino yendo. Mi hermana siempre cuenta que los cinco de enero eran pura ansiedad. Porque al día siguiente había pruebas científicas del paso del Melchor y los otros dos. Para mis hermanas, un género para un vestidito que haría mi mamá, para mi hermano alguna pelota para patear.
Yo me críe y me sigo criando escuchando a mis hermanos hablar de lo más lindo del día de los Reyes. A veces los apuro y les digo “pero a vos, qué te regalaron?” y no saben. Ni les importa. Ellos recuerdan con mágica narrativa los pasos del amanecer del seis. La magia de los detalles. La mano áspera de un viejo rudo y laburador. Tomarla y salir al patio. Ver que al pasto lo comió un manso y escuchar al abuelo decir “mirá la pisada, ese no es de acá”.
Es que Polonio sabía bien de dónde venían los "caballos reales" que llegaban a Las Maravillas. “Ese será el caballo del moreno Baltazar” y los veo a mis hermanos confirmar la hipótesis y salir atrás de la huella, buscando la puerta del sitio. Abrir la tranquera y ver que la huella se vuelve. Y le da vueltas a la casa. “Los habrá escuchado a alguno de ustedes roncar”. Y mis hermanos se miran para saber quién espantó la caravana que seguía a la estrella.
La huella sigue a la ramada y anda entre las hornallas que pronto harán el arrope. “Andarán con hambre de tuna” supone el Polonio y sigue la expedición. Campean para el lado de la huerta, atrás de los corrales y mi hermano, hombre y mayor, da con el hallazgo. “Acá cagaron”. Y mis hermanas se alegran y mi abuelo toca el guano para calcular cuándo. “Pucha che, si ha sido hace un rato nomás”. Y mis hermanos se dan vuelta y cogotean acá y allá y nada. Y escuchan un relincho que se lleva el monte y no hay duda que se van.
Amanece en Las Maravillas. Pasaron los Reyes y mi abuelo Polonio les tranqueó los caballos por el patio y el corral.
Mi vieja, nuera de Polonio, una madrugada lo vio, llevarlos del bozal.