"¿Qué hace con esa víbora?", le preguntamos. "La vendo", nos respondió el hombre en voz baja. "¿A cuánto?", consultamos. "A 500 pesos", afirmó.
La conversación no se pudo profundizar y cuando sacamos la máquina de fotos agregó: "por la foto 30 pesos".
El vendedor parco y tímido, estaba enmarcado en un paisaje de necesidades y pobreza. En todo este sector de la Ruta 9 en Santiago del Estero, a unos 100 kilómetros del límite con Córdoba, se venden artesanías en madera, colchas, cactus y, a pesar de estar prohibido, también ofrecen con grandes carteles TORTUGAS.
La lampalagua habita Argentina, sur de Bolivia y oeste del Paraguay. Esta serpiente depende del bosque nativo para termorregular su temperatura corporal, reproducirse y dispersarse. Se trepa a los arboles y su única peligrosidad reside en la fuerza de sus músculos mata a sus presas por constricción. Su reproducción es vivípara, es decir, pare sus hijos sin poner huevos en el exterior y hasta unos 30 por nacimiento.
Para el naturalista Javier Heredia la venta de estos ofidios "es una práctica que no se controla" y recordó que "esta especie de reptil fue categorizada como AMENAZADA en el año 2012", según la Asociación Herpetológica Argentina. "Al ser mansa también da ventajas a sus cazadores... lamentablemente la lampalagua no se puede defender del hombre", sentenció.
Si alguien la vende, es porque alguien la compra. Y si está prohibido y la venden, es porque nadie controla.
Arrancamos el auto y retomamos el camino a Córdoba. Volvíamos de hacer la cobertura del Bicentenario en Tucumán. Pero desde ese momento y hasta que llegamos a El Doce, sólo hablamos de LA LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA y sus implicancias.