La Argentina asiste con estupor al decadente show de Cristina Fernández de Kirchner y de varios de los dirigentes que le responden con fanatismo insultando y denigrando al Presidente al que aplaudían hasta hace cuatro noches. Así de alocada y brutal es la estrategia de la Vicepresidenta para desmarcarse del mayoritario rechazo que expresó la ciudadanía con su voto en las PASO.
La inverosímil maniobra para proclamar el "yo no perdí" arrancó el domingo con el mutismo público de Cristina tras la difusión del recuento provisorio de votos. La vicepresidenta no hizo uso de la palabra en el acto en el que dejó como único orador a Alberto Fernández. Tampocó twitteó nada.
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El capítulo siguiente fue la seguidilla de amagues de renuncia de los funcionarios que sí funcionan, los que responden a su verticalista liderazgo.
Y escaló con la operación del audio de la diputada ultra cirstinista que desparrama agravios y descalificaciones contra el Presidente y sus principales ministros. Lo más bochornoso no son los insultos y las guarangadas que Fernanda Vallejos profiere. Lo peor son los prejuicios políticos y económicos que revela. Un compendio de chavismo anti mercado a tono con sus célebres declaraciones acerca de la "maldición" de exportar alimentos.
El clímax de la campaña de la vicepresidenta para no hacerse cargo del revés electoral llegó con la absurda carta en la que ataca explícitamente al hombre que designó para que encabece la fórmula presidencial de su espacio. El desborde de irracionalidad queda al desnudo con el ridículo uso en loop de la abreviatura de etcétera ("etc, etc, etc etc...").
El maltrato retórico que exhibe Cristina deja en shock a buena parte de la sociedad y agiganta los interrogantes sobre las consecuencias institucionales que podría tener esta crisis política.