Miro, desde afuera, esta discusión con nostalgia. Esa nostalgia que me ubica frente al viejo televisor Philco color.
Yo me sentaba, de adolescente, a admirar a los grandes conductores de la tele, (Reporter Esso, Odol Pregunta, Noticiero 12), y me dejaba llevar por la imaginación. Pensaba que, algún día, podría perforar, con mi capacidad y mi insistencia (otros le llaman perseverancia), ese mundo tan “masculino”, solo permitido a las mujeres que hacían la publicidad del jabón en polvo o de la enceradora.
Los primeros tiempos de estudio y formación en la ciudad fueron intensos y agotadores. Algo me decía internamente que “debía saber hacer de todo”. Así aprendí, primero, a hacer lo de ellos y luego, a perfilar un mundo femenino que valiera la pena ser mostrado y defendido.
Cuando sentí que merecía una oportunidad, salí a buscarla. Sabía que no tenía ni un solo aliado. No había caminos hechos. No había CUPOS establecidos. No tenía un pariente político ni dueño de algún canal. No tenía lugar para “acomodos”: solo me tenía a MI MISMA.
Así, cuando tuve que defender la oportunidad de estar en la conducción de Teleocho Noticias, tomé de la mano a Sofía, mi hijita de 4 años, y la llevé ante el Gerente General. Le expliqué que sólo para él y su cabeza, ser mujer, casada y con hijos era un obstáculo para mi desempeño profesional. Que muchas mujeres dejamos en nuestras casas, esperando, a nuestras familias, el motivo esencial para no fallar. Por eso no le iba a fallar, ni aún lidiando con pañales, febrículas o noches en vela.
Después, cuando tuve que volver a validar mi capacidad, con una panza de 8 meses y mi hijo Benja adentro, no tuve problemas en acudir al llamado de Ricardo Blanco que, como Gerente General de Canal 12, me había citado para arrancar con el noticiero en un mes. Pequeño problema: en un mes estaría pariendo. Siempre cálido, siempre exigente, Ricardo, tras su primer encuentro conmigo y mi “situación”, me dijo: "andá, tené tranquila a tu bebé y volvé que te necesitamos”. Otra vez me tenía a mí misma. Otra vez me permitían demostrar.
En los últimos días, el debate por el lugar que nos merecemos las mujeres, me removió toda mi historia de lucha personal.
Legisladoras nacionales del oficialismo y la oposición presionan para lograr que, el cupo femenino en las listas de candidatos, se amplíe al 50 por ciento.
Recordemos que, en 1991, el Congreso de la Nación sancionó la ley 24.012 (conocida como “ley de cupo femenino”), mediante la cual se estableció que, en todas las listas de candidatos que se postulen para ocupar cargos públicos nacionales, los partidos políticos deben llevar un 30 por ciento de mujeres.
La norma, según mi visión, ES PÉSIMA Y DISCRIMINATORIA.
- ES PÉSIMA: la ley se olvida de establecer a qué tipo de elecciones se aplica dicho cupo, el lugar que las mujeres deben ocupar en la lista, y cómo se debe proceder cuando, de la aplicación matemática de ese 30 por ciento, surja un número con coma.
- ES DISCRIMINATORIA: para la integración de las listas, no tiene en cuenta la idoneidad de los candidatos, sino el sexo de los mismos. Y, hasta donde yo sé, adoptar al sexo como parámetro diferenciador, es violatorio de la ley antidiscriminatoria (Nro. 23.592).
Nunca han sido buenas las guerras entre los extremos. Y me temo que en este caso, muchas mujeres que impulsan esta ley, han caído en la tremenda lógica del Viejo Vizcacha: "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago".
Prohíbe la existencia de listas que contengan un cien por ciento de candidatos varones, pero admite listas integradas por un cien por ciento de mujeres. Con el afán de brindar igualdad, la ley del cupo femenino la ha vulnerado.
Por otra parte, nada se dice acerca de la capacitación y la capacidad que nos debe garantizar el nombre de cada mujer impuesto en una lista de candidatos. Y eso claramente no se condice con los requerimientos que la gente exige a sus representantes, a los que les reclama que sean capaces de resolver sus problemas, sin importar si son varones o mujeres.
También constituye un problema que las impulsoras de la iniciativa no cuenten con una sola voz femenina disonante, cuando sospecho que deben existir miles de mujeres, quienes confían más en su propia capacidad que las posibilidades que les puede abrir al mercado laboral un, por lo menos arbitrario y mezquino, cupo femenino.
En Argentina, sin cupo, tuvimos durante 8 años una presidenta. Y hoy hay cinco gobernadoras y una vicepresidenta, que no buscaron amparo en el cupo. Solas llegaron adonde llegaron. En el Congreso, el 36 por ciento de diputados y el 44 por ciento del Senado son mujeres.
El requisito para los cargos públicos debe ser la idoneidad. Tan mal no nos fue sin el cupo femenino 50 y 50. Es hermoso sentir que nadie te acomodó en tu lugar. Es hermoso validar todos los días el lugar que nos ganamos.