Llegó al programa puntual y prolijamente vestido (“Mi Otro Yo”- Canal C - viernes 21hs). Muy alejado de esa imagen que le proyectamos en pantalla, con cabello largo y un aspecto cuasi hippie, reconoció que era mucho más rebelde en aquellos años.
“De joven era muy parecido a Cristo… si hasta una vez le abrí la puerta a un amigo de mi hermano y él dijo: ‘¡He visto a Jesús’, cuenta entre carcajadas.
Es de sonrisa fácil y corazón agradecido. “Le debo mucho a mis viejos”, dice emocionado. “Por más que se enojaban porque yo no terminaba las carreras. Me faltaron tres materias para terminar la tecnicatura en fonoaudiología”, agregó.
Pero no se siente arrepentido del camino que eligió. En realidad entiende que la vida le marcó un poco el destino: “Yo siempre era el chistoso del curso. Y cuando tenía un peso compraba libros de chistes”.
Tiene su gran referente en el humor, el también cordobés Negro Álvarez: “Tengo pendiente hacer temporada con él”.
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Cuando hablamos de recuerdos y nostalgias, cuenta que aún recuerda los aromas de las tortas de su madre: “Mi mamá era repostera y aún recuerdo el gusto de sus tortas”.
Y rememora una imagen de su vida familiar: “Cuando era chico el teléfono estaba siempre meloso, porque ella cocinaba mucho”.
También tiene un recuerdo muy especial del Potro Rodrigo Bueno. Para él, un amigo que pudo conocer más en la intimidad, porque los unió una gran amistad, mucho antes de que el cantante de cuarteto saltara a la fama.
“Recuerdo a Rodrigo como un chico bondadoso, bueno y generoso. Él abría su placard y me decía, llevate lo que quieras”, cuenta emocionado.
Sobre Rodrigo y sus problemas de adicciones, dice: “Nunca vi que tuviera problemas con la droga, pero sÍ reconozco que le gustaba mucho tomar cerveza”.
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Incluso, el Flaco Pailos contó de muchísimos días compartidos: “Durante un año, Rodrigo fue todas las tardes a mi casa. Cuando yo tenía un grupo de música, él era nuestro chofer y hasta llegó a plancharnos la ropa, porque decía que no podíamos salir desprolijos. Jamás quiso cobrarnos un peso”.
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Le va muy bien en su profesión de humorista. Sigue eligiendo Córdoba, más allá de las puertas que pueden abrirse en Buenos Aires. Pero reconoce que tuvo otra proyección cuando llegó a la pantalla con Marcelo Tinelli: “Me hizo muy bien aparecer en Buenos Aires”. Incluso pondera mucho haber sido convocado por Flavio Mendoza para hacer teatro en Carlos Paz.
Le encanta que le siga el público joven.
Se apasiona hasta las lágrimas por su club de fútbol: “Me amargo mucho por Belgrano y me banco las gastadas”.
Y reconoce que su mejor consejera es su mujer: “Si ella dice, este chiste no va a funcionar, jugate que no va a funcionar”, dice entre risas.