“Ser pariente del Papa fue pesado al principio, hoy todo ya se ha tranquilizado porque la gente lo conoce como Francisco y no por su apellido”.
Así comienza la entrevista en el programa (“Mi Otro Yo” - viernes 21:00 por Canal C) con la prestigiosa médica psiquiatra, que después de muchos años de destacado desempeño en su profesión, tuvo que salir a hablar de su apellido antes que de sus conocimientos en la rehabilitación de adicciones o el estado de bienestar de las personas (temas en los que se ha especializado por largos años).
Muestra con orgullo las fotografías de su visita a Roma, invitada por Francisco. Incluso, combinaron el viaje con sus hermanos y su papá Jorge, homónimo del papa. “El Papa Francisco no es familiero, se dedica a la Iglesia”, dice.
Sobre la religión, como aporte a los estados de ánimo, asegura que “la espiritualidad contribuye mucho al bienestar y a la felicidad de las personas”.
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Carolina Bergoglio es una mujer siempre sonriente y muy feliz. Y tal vez ese sea el mejor culto que le pueda hacer a su Instituto del Bienestar, desde donde trabaja para presentar todos los días, un mundo un poco menos agresivo y más amigable.
Casi como desplegando una receta de una rica comida, fue marcando algunos conceptos, consejos o secretos. Reafirmando que “ser feliz” puede ser mucho menos complicado de lo que uno cree.
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“La felicidad es un estado, no una emoción”.
“Cualquier persona puede ser feliz, a pesar de las distintas circunstancias por las que esté atravesando”.
“No hay condiciones generales para que una persona sea feliz”.
“Las relaciones son lo que más hace feliz a las personas”.
Sobre la soledad, la depresión, la angustia que invade hoy esta sociedad, cada vez más llena de gente, pero con sensación de vacío, la médica psiquiatra cuenta que mucha gente llega a su consultorio y le dice: “Doctora, tengo de todo, pero no soy feliz”.
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También habla de la necesidad del desahogo: “Las lágrimas son necesarias para descomprimir la tensión”.
Por último, siempre con su sonrisa a flor de labios, cierra la nota marcando el legado inmenso que le dejó una de las mujeres más importantes de su vida: “Mi abuela decía: una choza donde se ríe es mejor que un castillo donde se llora”.