Petra Laszlo anda buscando su lugar en el mundo. El otro día estiró la pata tanto, pero tanto, que terminó en otro planeta. En este ya no es más aceptada. La condena social (antes que llegue la penal y la laboral) ya la puso de arquera del infierno para que evite el ingreso de indeseables. Acreditó su talento pateando sirios refugiados, cámara en mano cual selfie de su peor costado. Qué mala persona.
Menos mal que a nosotros no nos filman cuando estiramos la pata.
Cuando decimos que tal música es de "negros", cuando levantamos los muros que nos separan y nos ordenan entre nosotros y aquellos. Cuando ves y caminás los centros comerciales y sabés que hay "gente de esa" que ahí no entra y te convencés de que no les interesa. Alguien pone una pata ahí, cual camarógrafa húngara. Cuando el barrio se pone degradé llegando a la cuarta sección. Cuando decimos ahí vienen los de esa religión. Cuando la "gorda" camina para encontrar el talle, cuando al "puto" se calla para que no contagie. Cuando entrás al boliche y sabés que hay gente a la que le están estirando la pata. Cuando siempre nos separamos por puro afecto a nuestra intolerancia.
Siempre habrá un distinto allá cuando mi pata acá se estire tanto para decir “de mi lado no pasás”.
Claro, no siempre nos están filmando porque no siempre estamos en una crisis humanitaria que el mundo mira… ¿ó sí y no nos damos cuenta?