Hoy se estudia la posibilidad de que vuelvan a las canchas los hinchas visitantes, algo que está verde todavía y que más que una idea de darle un manto de cordura al futbol nacional, es solo una mera idea de campaña en pleno año electoral, ya que el 25 de octubre son las elecciones presidenciales.
Daniel Sioli, candidato oficialista, arrojó esto como un globo de ensayo. La manera de implementarlo sería un partido por fecha en la provincia de Buenos Aires. Se sumarían Córdoba, Misiones y Mendoza. Desde la AFA dicen que todavía esto no es viable.
Ahora, usando un poco el sentido común, la mayoría de los incidentes que se han dado en los últimos años son entre facciones internas del mismo club. Recordemos el caso River o en Talleres por ejemplo, con las peleas entre la Fiel y Las Violetas. O en Instituto con las dos hinchadas bien diferenciadas: Los Capanga y Los Ranchos. Hasta en tribunas distintas están.
Es cierto que sin los viajes de los hinchas de un lugar a otro se dejó de trabajar en la logística casi ajedrecística que debían hacer los organismos de seguridad para que no se crucen en las rutas y se enfrenten en justas de piñas, patadas y balas.
Mirando para adentro de cada club los encargados del aguante, color, calor y folklore del futbol son los dueños de la pelota. “Los barras” se apoderan de las tribunas, el estacionamiento, la reventa de entradas y hasta participan de la venta de los jugadores. Son la fuerza de choque de los dirigentes políticos de los clubes y del estado o político amigo.
Tienen en sus manos el poder de hacer suspender un partido en el momento que se les ocurra. En el encuentro de Godoy Cruz de Mendoza con Racing de Avellaneda por la fecha 22 del futbol de primera, los barras apedrearon a los jugadores y por falta de garantías de la policía, el partido se suspendió. Solo se habían jugado 25 minutos del primer tiempo. Les reclamaban a los dirigentes que echen al Gabriel Heinze del cargo de DT.
Y no nos olvidemos del famoso Panadero Napolitano, que dejó afuera a Boca de la Copa Libertadores por arrojarle gas pimenta a los jugadores de River en el partido de vuelta de los octavos de final.
Son hinchas de la hinchada y poco les importa la realidad del club. De hecho, situaciones como las de Mendoza les dan más crédito, ya que demuestran el poder que tienen y que les pueden hacer perder al club un partido o los puntos cuando a ellos se les de la regalada gana.
Es imposible compararlo con los hinchas de los equipos europeos. Son realidades distintas con intereses diferentes. Aquí, en nuestro país, hoy por hoy, es y será imposible combatirlos y erradicarlos.