Se define como “algo loco, como todos, aunque un tipo normal”. De 56 años, criado en barrio General Paz de la ciudad de Córdoba, se mudó a Jesús María a comienzos de la década del 80′ y allí formó su familia.
La rutina dentro de una empresa como gerente de logística transcurría con normalidad. Pero la vida puede cambiar de repente, y su historia quedó marcada para siempre por la tragedia y la pérdida.
Viernes 13 de febrero de 2015. Durante toda la semana, su hija Mariana organizó un campamento con sus amigos de Scout en vísperas del comienzo de un nuevo año facultativo. Estudiaba Arquitectura. El plan era compartir el fin de semana largo de Carnaval en Ascochinga.
“¿Papi, cómo venimos con el tiempo?”, le preguntó a su padre aquel viernes a la noche. El sábado 14 al mediodía estaba programada la salida. “Mirá… está bárbaro. Lo único es que a lo mejor hay una posible llovizna, pero más que eso nada”, le contestó él luego de revisar la información disponible en ese entonces.
Lo que vino después es una historia conocida en Córdoba. Desde el sábado a la noche, contradiciendo todos los pronósticos, cayeron unos 250 milímetros en solo 15 horas sobre las localidades de las Sierras Chicas. La peor tormenta en 40 años dejó ocho muertos y miles de evacuados en la provincia, además de los daños materiales por las crecidas de los ríos de la región.
+ VIDEO: Meteorafa, el papá que transformó el dolor en acción:
Mariana Di Marco se convirtió en la octava víctima. Cinco días después de la tragedia, su cuerpo fue hallado por un bombero y un perro a unos 5 kilómetros de La Pampa, el paraje cercano a Ascochinga donde estaba acampando. Tenía 22 años.
El destino, cruel e impredecible, sacudió la existencia de Rafael Di Marco. Su camino dio un giro inesperado a partir de la tragedia. Está claro que la vida no te prepara para algo así.
Un golpe de tal magnitud puede desencadenar múltiples situaciones. Para Rafael, la muerte de su hija significó una transformación. Y ese reajuste fue al servicio de la gente.
Convirtió ese dolor insoportable en acción, y su historia de resiliencia trasciende. “Fueron muchos cambios que me tocaron juntos… que por ahí no se los desearía a nadie”, confiesa.
Tras el fallecimiento de Mariana en las inundaciones, Rafael se recibió de Técnico en Meteorología. Comenzó a estudiar solo cinco meses después de aquel fatídico febrero de 2015. Así inició una cruzada contra la falta de políticas de Estado en materia de clima.
“Mientras buscaba a mi hija y solicitaba más gente, operativos y todo lo demás, empecé a ver deficiencias por todos lados, y no eran solo con el tiempo sino de organización, de equipamiento… En plena tragedia empecé a hacer roles que yo no debería haber hecho. Tendría que haber estado buscando a mi hija permanentemente y no haciendo lo que estaba haciendo”, recuerda sobre el momento del click.
El sentimiento que lo motivó fue contundente en aquel entonces: “Lo que yo estaba viviendo era más que un calvario y si alguna familia más tenía que enfrentar algo así, yo no sabía cómo lo podía tomar”.
Aunque algo más profundo también lo empujó a prevenir al resto sobre posibles futuros desastres climáticos. Con ojos llorosos, su hija Mariana se vuelve a colar en la charla. “Nosotros siempre fuimos de ayudar, pero a mi hija especialmente le gustaba ayudar a la gente”, señala. Y agrega: “Ella era tremendamente solidaria… esas cosas te van quedando adentro y decís ‘debo hacer algo como para que lo que ella tenía, siga’, y lo fusioné con esto que hace a la meteorología”.
De aficionado a experto
“Miraba el tiempo para saber qué ponerme y para responderle a mi hija cada vez que salía de campamento”, afirma Rafael. Darle sentido a la tragedia lo llevó a emprender una lucha contra el desinterés hacia los riesgos que provocan la imprevisión y la falta de políticas públicas cuando se trata de algo “fortuito” de la naturaleza.
Hoy es una figura pública y con sobrada experiencia. Trabaja en el Observatorio Hidro-Meteorológico de Córdoba y con clientes puntuales en campos de distintas provincias del país.
En redes sociales logró dar una vuelta de tuerca en la manera de comunicar sobre el clima y el tiempo. Informa y responde a las inquietudes de la gente. Eso que en 2015 no existía. Su cuenta de Twitter @meteorafa cuenta con más de 11 mil seguidores.
Los defectos que vio en primera persona hace casi 10 años mientras esperaba novedades de su hija lo enfocaron en un paradigma más “cercano” y atento a lo que la población quiere saber sobre el tema. “A doña Rosa no le interesa qué pasa con el ciclón extratropical, le interesa si va a llover o no, si va a tener frío o no”, ejemplifica.
“La idea de esto es llegar a la gente. La meteorología que se hace es muy general, cuando para mí debería ser zonal o puntual. Lo que hice fue bajar mis conocimientos en una información estándar para que todo el mundo entienda. Cuando interactuás con la gente te das cuenta que hay una necesidad clara de saber qué va a pasar”, sostiene.
Cambios todavía insuficientes y la razón para seguir
Para Di Marco las mejoras de 2015 a esta parte son sustanciales. Explica que la política en general comenzó a darle la importancia que merece, además de controles que antes no se hacían y de inversiones que tampoco había.
“¿Ha cambiado? Sí, ha cambiado. ¿Estamos mejorando? Sí, estamos mejorando. ¿Al paso que uno quiere? No. ¿Todavía falta mucho? Sí, todavía falta mucho, pero vamos evolucionando”, grafica con claridad.
Es difícil sentenciar a ciencia cierta si la tragedia de 2015 en la provincia era evitable. Rafael enumera cuestiones que sí están a la vista, y que por ahí en aquel entonces se miraba hacia otro costado.
“La parte natural está pegando más fuerte, entre el cambio climático y demás consecuencias, y en la parte humana somos cada vez más sonsos. Todo lo que hacemos, lo hacemos sin pensarlo, diagramarlo y sin entenderlo, ni tampoco recalculándolo. Si sabemos que hay drama, tenemos que hacer algo para evitar ese drama, pero eso todavía nos falta”, apunta con autocrítica.
El Di Marco gerente en una empresa jamás se imaginó que nueve años después sería el Meteorafa de hoy. Tomar aquellos sentimientos negativos para construir una causa por los demás tiene fuerza por sí mismo. Una historia de resiliencia cuyo origen es la tragedia, y la pérdida de una hija. Por eso las fechas como el Día del Padre toman otro sentido en la vida de Rafael. Él mismo dice que el tiempo “no borra ni acomoda”, que días como estos son “como una guillotina” y “te hacen caer más de lo que diariamente recordás”.
“Lo que recordás, lo recordás todos los días. Sos vos el que tiene que acomodar, pero hay fechas que son las que realmente te marcan”, reflexiona.
Y concluye con el pilar y su motor de vida: “Como era mi hija la que quería hacer algo por el bien de la gente, a mí lo que hago me conecta a eso… a la meteorología la estoy compartiendo con ella, y ahí está la fuerza que tengo para seguir”.