En el corazón de barrio Providencia funcionaba una despensa-financiera ilegal. Detrás del mostrador estaba Ariel Joaquín, quien era chofer de la empresa Coniferal, y hacía circular millones en efectivo tanto en pesos como en dólares. Tentó a vecinos de toda la vida bajo la promesa de un importante pago de interés mensual. De un día para otro desapareció y las víctimas perdieron sus ahorros en tiempos donde es difícil resguardar una moneda.
En 2019 saltó todo a la luz y la principal base de operaciones que usó por al menos 10 años fue descubierta: de despensa solo tenía la fachada. La Cámara Novena del Crimen condenó a Ariel Joaquín a tres años de prisión por 38 hechos de estafa. Además, le ordenaron que sea sometido a tratamientos psiquiátricos, realice tareas comunitarias para un CPC de Córdoba y cumplir con los requisitos rigurosos que le impusieron.
El abogado de las víctimas, Carlos Nayi, aclaró en El Show del Lagarto que el condenado “no tiene antecedentes penales y puede permanecer en libertad”, siempre y cuando responda a lo impuesto por ley. Antes de escuchar el veredicto, el colectivero “levantó la mano y confesó la participación en todos los hechos pidiendo disculpas”.
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Nayi reveló que “se movían círculos de 500 mil dólares y 10 millones de pesos y terminó emboscando a sus propios vecinos y durante 10 años pagó el servicio de intereses”. También detalló que “se movía en autos de alta gama y viajaba a lugares exóticos del mundo y traía regalos a vecinos”.
“Los vecinos confiaron en lo que veían, en la presencia policial que custodiaba el lugar a pocos metros y el discurso del hombre que decía que el dinero era para solventar el pago del sueldo de la empresa Coniferal que está pasando un mal momento”, agregó el abogado de los damnificados.
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También recordó otro dato que surgió de la investigación: “El pago de los intereses iba en un sobre que tenía el rótulo de un banco de Córdoba”. Sin embargo, Carlos Nayi remarcó que “quedó acreditado que no hubo participación directa ni indirecta de Coniferal ni del banco” y afirmó que “era un ardid que había montado el hombre con gran poder de convicción apoyado en todo lo que mostraba”.
La sospecha de la Justicia de Córdoba es que Ariel Joaquín no realizó las estafas en absoluta soledad, pero “la prueba no permitió acreditar la participación de terceras personas y por eso se lo condenó”.