En esto de conocer caminos de familias inusuales, llegué a la historia de Paz. Ya nos conocíamos por redes, por luchas comunes y porque seguramente así tenía que ser. Cada vez que me vinculo con una mamá en potencia, sigo sus pasos a la espera de que ese deseo de maternidad se vuelva una realidad. Un deseo que nos acompaña desde la primera infancia probablemente teñido de construcciones románticas de ese ‘ser madre’.
Cuando hablé con Paz para proponerle contar su viaje hacia la maternidad el camino fue llano, y rápidamente concertamos un encuentro. Me abrió las puertas de su casa, conocí al protagonista indiscutido de su vida y hasta me di el gusto de llevarlo upa por un rato.
En su casa había señales de bebé recién nacido por todos los rincones. Mamaderas, chupetes, mantitas de distintos gramajes. Sonajeros, baberos, pañales y cambiadores. Todos esos objetos encontraban su lugar en un orden improvisado que dejaba en evidencia todo lo que se puede modificar con la llegada de un hijo.
Esa atmósfera es única y mágica y es difícil no sentirse un intruso al irrumpir. Pero allí estábamos. Paz dispuesta a dejarme entrar en ese mundo de organdí, Alfonso mirando con un poco de desconfianza, y yo admirada de ver entre ellos dos esa conexión indescriptible.
-¿Ovodonación? No, ni loca. Eso no sería un hijo mío- dice entre risas. Paz me cuenta que esa fue la primera respuesta que salió de su boca al primer especialista que le sugirió avanzar con esa técnica. Y se sonríe pensando quizás en aquella Paz que hoy la mira acunando al inquieto Alfonso.
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Paz decidió congelar sus óvulos a los 40 años porque quería ser madre aunque no había conformado una pareja con la cual construir esa maternidad. Después de algún tiempo y muchos procesos, decidió intentar ser mamá sola. El primer tratamiento de fertilidad de alta complejidad con sus óvulos criopreservados resultó negativo. Volvió a intentarlo una vez más con muy baja respuesta ovárica. De esa estimulación consiguió un óvulo que pudo fecundar In Vitro. Ese segundo tratamiento también arrojó un resultado negativo. Sabía que su reserva ovárica venía en declive y también que el consejo profesional para seguir intentando ser mamá era la ovodonación.
-Mi disyuntiva entonces era o no ser madre, o serlo por ovodonación.
Empecé a leer mucho. De todo un poco. La lectura me ayudó y comencé a conocer sobre la epigenética. Cuando uno busca un hijo da por sentadas ciertas cosas, como por ejemplo, nunca se me ocurrió pensar que podría tener hijos sin mi material genético. Era obvio que así sería. Son escenarios que simplemente no te cuestionas. Leer de epigenética me ayudó un montón para soltar tanto dato biológico y empezar a reconciliarme con la idea.
Algunos quizás estén familiarizados con el término. Fundamentalmente, la epigenética es el estudio de los cambios heredables en la expresión génica que no son causados por alteraciones en la secuencia del ADN. Es decir, se refiere a cómo los genes se activan o desactivan sin que se produzcan cambios en la secuencia de ADN. Los cambios epigenéticos pueden ser influenciados por factores ambientales, como la dieta, el estilo de vida o la exposición a ciertas toxinas.
Con los primeros negativos me empecé a cuestionar el deseo y el mandato, pero además cuáles eran mis miedos respecto a la ovodonación. Pensaba en eso que tantas veces preguntamos cuando nos encontramos con un bebé o una niña o niño’¿A quién se parece?’ ‘¿De quiénes son sus ojos?’ La idea de no tener esas respuestas me aterraba.
Seguramente los parecidos físicos hacen a la pertenencia, pero hay muchas otras cosas más. Los vínculos, nuestra forma de criar y de relacionarnos. Primero tuve que entender eso. Sin comprenderlo no podía avanzar tranquila. Y por entonces la lucha fue conmigo misma y en hacer todo esto del duelo genético.
Paz es mamá de Alfonso y no hay papá en su historia. Paz es la madre de esta familia monoparental que tuvo que vencer tabúes y atravesar duelos para concretar ese deseo poderoso y persistente de la maternidad.
Sabía que no quería irme de esta vida sin haber vivido esta experiencia. Tuve tiempo para pensarlo y tuve muchos obstáculos que perfectamente podrían haberme hecho desistir. Tuve primero que deconstruir yo para aceptar que mi camino no iba a ser el “usual”. Pero cuando le miro las manos o nos quedamos mirándonos los dos me recorre una electricidad todo el cuerpo, es una locura hermosa. Cada vez que se ríe y me mira vuelve esa electricidad y agradezco profundamente haber sido efectivamente tan cabeza dura.
La criopreservación de óvulos, una respuesta a la postergación de la maternidad
Desde hace algunos años comenzó a sonar con fuerza la idea de la criopreservación de óvulos. En términos sencillos, se trata de un procedimiento médico en el que una mujer recibe una terapia hormonal para estimular una ovulación múltiple que se extrae a través de una aspiración folicular. Esos óvulos, si son de buena calidad, se criopreservan por el tiempo que cada mujer decida. En caso de necesitarlos para ser madre más adelante, pueden utilizarse para intentar técnicas de fertilización asistida.
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Es sin lugar a dudas, una gran posibilidad de aumentar las chances de ser madres con gametos propios. Pero tal vez el márketing, de forma engañosa, ha hecho creer que es la garantía de maternidad para un futuro.
Es importante que se entienda que la extracción de óvulos para su criopreservación no resulta en todos los casos, embriones fecundados in vitro. Y mucho menos es garantía de un embarazo que resulte en un bebé nacido. Aumenta las chances, pero habrá muchos otros factores involucrados en el proceso. Normalmente, cada ovocito genera un 5% de chance de embarazo, según explica el Dr. Fernando Beltramone, especialista en Ginecología, Obstetricia y en Medicina Reproductiva (MP 22.205 - ME 9.064).
Los óvulos -como cualquier célula de nuestro cuerpo- envejecen, y ese envejecimiento repercute en su calidad dificultando lograr embarazos.
Con 40 años, lo más probable es que la mujer tenga una reserva ovárica más disminuida que en años anteriores y esa disminución comienza a los 35. Esto significa que el número de óvulos disponibles para dar lugar a un embarazo es cada vez menor y, además, su calidad también se encuentra afectada por el envejecimiento de los ovarios.
Pero la medicina no es exacta y esto no es una regla inamovible. Hay excepciones y en todo caso será un especialista médico quien determine cuáles son las mejores opciones para preservar la fertilidad y postergar a conciencia la maternidad. Hay mujeres de 25 años que pueden tener mala reserva ovárica y mujeres de 40 con una muy buena. Pero tampoco es la cantidad de óvulos el único indicador, pues la calidad de la célula es determinante.
Los especialistas pueden indicar algunos estudios para analizar la reserva ovárica. Un análisis de sangre de la hormona antimülleriana (AMH, por su sigla en inglés) y una ecografía transvaginal para hacer un recuento folicular es una buena forma de comenzar. Tener información y consultar a especialistas ginecológicos y de reproducción asistida puede ser de gran ayuda para tomar decisiones conscientes sobre la preservación de la fertilidad.