“Esto es más raro que un perro verde”, expresó el médico de Gabriela cuando se enteró de que su paciente esperaba tres bebés.
Y es que las estadísticas no daban visibilidad a que un embarazo triple, de fertilización in vitro, la primera vez en una mamá “añosa” fuera una posibilidad real. De hecho, esa estadística apenas si roza el 1%.
La posibilidad, a pesar de la estadística, se triplicó y tiene hoy tres hermosos nombres: Juana, Matilda y Catalina.
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Pero para llegar a la instancia de su nacimiento, tenemos que ir un poco más atrás. En los tiempos en los que Gabriela decidió que ser mamá no necesitaba estrictamente de un papá. No fue una decisión sencilla o de un día para el otro. Requirió de tiempo de análisis, de una planificación.
“Me hice un tratamiento de fertilidad con mis óvulos, de cuando tenía 40 años. Usamos un donante de esperma porque busqué sola. Mi obstetra por mi edad sugirió que transfiriéramos dos embriones para aumentar las chances de quedar embarazada de uno. Y quedaron los dos embriones y uno se dividió. Entonces quedaron un par de gemelas y la trilliza -o melliza- de las gemelas”.
Esa planificación de la que Gabriela habla incluye muchísimas variables. Desde el desafío emocional que representa ir en contra de esas familias tipo y la maternidad sola, a lo que representaba para su dinámica diaria y su economía. Porque aunque la llegada al mundo de cualquier hijo representa un cambio fuerte, es innegable que cuando se anexa un proyecto monoparental ese cambio es más potente.
“A los 38 años reaccioné a esto del reloj biológico. Me di cuenta que podía no ser mamá. Me puse el objetivo de que a los 40 años iba a buscar un hijo sola o acompañada. Y confié, confié mucho en la persona que llevó mi tratamiento y embarazo”.
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La licenciada en Psicología Celeste Carranza -MP 7123- explica: “Cuando se elige ser padre o madre solo,es fundamental que la persona elabore bien su decisión, ya sea terapéutica o no terapéuticamente, porque es un gran desafío. Elaborando la decisión con madurez. Y lo más importante es la estabilidad emocional de esta mamá o papá y la seguridad con la que vivan esa decisión”.
El embarazo para Gabriela fue una experiencia hermosa. Sin mayores complicaciones aunque con muchos cuidados extra. Se sintió plena, emocionalmente estable y siempre positiva: “Siempre supe que todo iba a ir bien, que iban a nacer bien las tres. Las gemelas compartían placenta y bolsa, yo era mamá añosa. Era todo complicado. Pero yo confiaba. Se decidió que nacieran en la semana 32 y así fue. Todo estuvo bien”.
Desde su decisión y durante el embarazo enfrentó muchas preguntas de personas que se sorprendían de su realidad. Y aunque dar explicaciones no representa una obligación, a veces se hace imposible evadirlas. Pero lo que resuena en su cabeza es seguir explicando a sus hijas la historia de su llegada a este mundo: “Mis miedos siempre están ligados a que de verdad entiendan el concepto del por qué las busqué y que no les haga falta buscar más allá de eso. Una identidad del donante por ejemplo. Yo les explico siempre que gracias a él estamos, pero que no es un papá. Sigo teniendo ese miedo, pero entendía cuando decidí buscar y entiendo aún hoy que no puede pasar nada malo cuando uno desea hijos con todo el amor del mundo. Y ellas están rodeadas de amor”.
La licenciada Carranza explica: “Hablar desde la verdad y con naturalidad es clave. Por eso es importante estar seguros de la decisión. Surgen muchos miedos al momento de tener hijos en cualquier proyecto de familia, más allá de si se trata de una familia monoparental o no, pero no podemos desconocer qué decidiendo ser familia monoparental nos enfrentamos a otros desafíos y estar seguros de nuestras decisiones es fundamental”.
Las preguntas y las dudas se acentúan cuando la mamá o el papá solo deciden concretar esos deseos a través de técnicas de reproducción asistida, pero los hogares monoparentales han sido una realidad desde el inicio de los tiempos. En Argentina, por ejemplo, una de cada 10 familias es monoparental. De hecho, la monoparentalidad es una de las estructuras familiares que más ha crecido en las últimas décadas. Existen múltiples modelos de familias monoparentales, tanto en su composición como en su constitución, que pueden responder a diversos motivos derivados de circunstancias inesperadas y no deseadas, pero también de decisiones personales y buscadas como en el caso de Gabriela.
“Obvio que es un camino diferente, somos un concepto de familia diferente y hay que lidiar con sus preguntas y ahora también con la de sus amigos. Las mamás de sus amigas me preguntan qué decirles a sus hijas. Y yo siempre les cuento que gracias a una persona súper generosa, el donante a quien no conocemos ni iremos a conocer, ellas están acá. Es una persona que donó la parte necesaria para que una persona como yo, que estaba buscando bebés sola, pudiera hacerlo”, explica Gabriela.
La licenciada Carranza amplía: “Las familias monoparentales son familias igual que las biparentales. No es necesario dar ‘explicaciones’ a los entornos. Tampoco hay necesidad de ‘advertir’ sobre la situación familiar a otras instituciones a menos que por alguna razón lo creamos conveniente. Aplica la misma lógica que en las familias biparentales. Lo que cada mamá o papá cuenta pertenece al ámbito de su intimidad y como en cualquier otra situación, se va contando información en base a la confianza de los vínculos que formamos”.
Y mientras la naturalización de la situación va avanzando, todavía es de valientes desafiar el tabú: “Me costó mucho contarlo. Porque venían respuestas de todo tipo. ‘¿Qué vas a hacer?’ ‘Qué alegría’, ‘Qué tragedia’. Había que estar preparada. Hoy yo trato de ser cuidadosa, muy cuidadosa con lo que digo en general a otras personas, porque de verdad uno no sabe cuánto puede influir en su emocionalidad. Por contrapartida puedo contar que después de mi caso, cinco amigas más vieron la opción y se animaron a probar este camino. Puedo decir que son casos ‘exitosos’ y que la felicidad se multiplicó”, agregó la mamá de las trillizas.
Matilda, Catalina y Juana crecen en un entorno amoroso. Adoran pintar, jugar con amigas y amigos. Disfrutan de su casa, de su gato y de ser tres hermanas. Son una familia hermosa, alborotada y organizada, todo al mismo tiempo. Son un asombroso tipo de familia. Y basta un ratito con ellas para entenderlo.
“Como sociedad nos estamos preparando un poco más. Yo lo vivo desde adentro. Llevas la vida que lleva cualquier otra familia. Pero entiendo que el desconocimiento o la falta de información hace que el resto de las personas se hagan preguntas. Familia es alguien que adore a otra persona y que se quieran cuidar mutuamente. Después, se forman de las maneras más diversas. Entiendo que es difícil y estamos muy en los inicios de estas nuevas estructuras. Para mi hubiera sido más fácil tener un papá al lado, me hubiera evitado muchas explicaciones, pero no se dio. Nunca tuve dudas del proceso y hoy puedo decir que lo volvería a hacer 100 veces. Yo me re felicito y aliento a quien quiera o sienta que quiere intentarlo, que lo haga. Yo quería quedarme tranquila al menos intentando hacerlo. Si no estaba destinado para mi, no sería. Pero yo lo iba a intentar”.