“Siempre supimos que íbamos a ser cuatro. Nunca nos imaginamos lo que nos iba a costar”, dice Lorena para empezar a contar el tiempo que les demoró terminar de armar su familia.
Lore y Guille se conocieron y enseguida supieron que había entre los dos mucho trayecto para compartir. Se pusieron de novios, se casaron y decidieron que querían agrandar la familia. Casi tan naturalmente como fluyó su relación, Tomás llegó para convertirlos en padres.
Lorena volvió a estudiar y esperaron esos primeros años de su hijo para disfrutar la maternidad y paternidad y para avanzar en su desarrollo laboral. A los dos años de Tomás empezaron a buscar un hermano y fue entonces que la fluidez de los comienzos sufrió un traspié.
“Realmente quería tener un hermano y fui insistente, por así decirlo. Y la viví con ellos. Estuve en los momentos en los que mi mamá venía llorando porque le había dado un mal resultado o le habían dicho que no. Lo que pude hacer siendo niño en ese momento era darles un abrazo”, dice Tomás, hoy convertido en hermano mayor.
A Lorena le diagnosticaron menopausia precoz. Esto significa el cese de la actividad reproductiva en las mujeres menores de 40 años. Fundamentalmente, los ovarios dejan de funcionar por lo que no hay ovulación o se vuelve sumamente irregular hasta que finalmente, desaparecen las menstruaciones. La principal causa de la menopausia prematura, es el fallo ovárico precoz que sucede por diferentes factores que son difíciles de determinar. La prevalencia de la IOP (Insuficiencia Ovárica Prematura) se estima en una de cada 100 mujeres menores de 40 años y en una de cada 1000 antes de los 30 años. No obstante, este porcentaje puede llegar a 13-30% si el fallo ovárico prematuro o menopausia precoz es de origen familiar. Este último fue el caso de Lorena.
“Hay cosas que en la familia no se hablan. Hay cosas que no se dicen. Yo empecé a buscar ese segundo hijo y en mi casa había antecedentes de menopausia prematura. Después de visitar médicos nos dimos cuenta que la dificultad la tenía yo. Si hubiéramos sabido antes, quizás hubiéramos tomado otras decisiones”, explica Lorena.
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En su frase quedan gravitando dos conceptos interesantes. En primer lugar, la importancia de erradicar el tabú alrededor de la sexualidad, la reproducción y en especial el ciclo reproductivo femenino. Y la menopausia es parte crucial en ese ciclo. Conocer sobre los antecedentes reproductivos de nuestra familia también es constitutivo de esto que conocemos como preservación de la fertilidad. Y en segundo lugar los ecos que resuenan en torno a la afirmación ‘la dificultad la tenía yo’. Una creencia muy arraigada en la sociedad y también en las parejas, es que hay una parte ‘culpable’ de la infertilidad. Cuando se busca un hijo en pareja, la dificultad biológica tal vez esté más presente en uno u otro, pero es la pareja la que tiene un problema y por lo tanto hablar de responsabilidades de uno u otro no hace más que empeorar la vivencia.
En el caso de Lore y Guille, la menopausia precoz los llevó a otro diagnóstico: la infertilidad secundaria. La infertilidad secundaria refiere a la dificultad de volver a quedar embarazada después de haber logrado exitosamente uno o más embarazos por medio de concepción espontánea. También podría significar que una mujer queda embarazada, pero luego experimenta un aborto espontáneo u otra forma de pérdida del embarazo.
Tenemos la convicción errónea de que la fertilidad es una condición plena y estable en el tiempo, por lo tanto esto significa que si tuvimos un hijo o hija o más, siempre tendremos la posibilidad de traer otro al mundo. Sin embargo, las situaciones son mucho más complicadas que eso. La infertilidad secundaria afecta tanto a hombres como a mujeres y las causas son numerosas. Para Lorena, fue la menopausia prematura.
“Nosotros queríamos ser cuatro, no tres. La ecuación nuestra no giraba en tres”, dice conmovido Guillermo mientras reconoce la valentía y determinación que tuvo Lorena. A pesar de la dificultad médica y de lo que significaba económicamente intentar embarazarse por técnicas de reproducción asistida, ambos estaban decididos a dar la batalla.
“Cuando Tomi estaba en la sala de cinco, había fallecido la mamá de un compañerito. Él vino y me dijo ‘cuando ustedes ya no estén, me voy a quedar solito’. Eso me marcó un montón. Yo tenía que intentarlo, porque no podía fallarle a Tomás. Era a Tomás a quien iba a fallarle porque no podía darle lo que él más necesitaba”, dice con la voz entrecortada Lorena.
En los tiempos en los que comenzaron su búsqueda se enfrentaron a medicina fría y a profesionales faltos de empatía. Muchas veces esos médicos casi consiguen que abandonaran la búsqueda: “Pasamos por médicos que nos preguntaban ‘Para qué quieren otro, si ya tienen uno. Disfruten de la vida. No va a llegar”.
En el 2015 se aprobó la ley de fertilidad y las chances para Lorena, Guille y Tomás súbitamente se incrementaron. Y es que la ley establecía que las prepagas debían cubrir tratamientos de alta y baja complejidad a sus afiliados. Aunque no todo funciona con la eficiencia que podría esperarse, esa carta en la partida les daba muchas posibilidades de ganar. En un comienzo la prepaga se negó a cubrir el tratamiento, pero Lorena no estaba dispuesta a que ese fuera el final. Acudió a la superintendencia de salud, presentó recursos ante la justicia y finalmente consiguieron volver a la senda que los acercara más a la posibilidad de convertirse en cuatro.
“Tuvo que pelear con un montón de burocracia. Fue una lucha titánica para ella”, dice Tomás y Guillermo aporta: “Algo que debió ser simple lo dilataron muchísimo. Eso nos llevó a enojarnos, a llorar, a sentir que no íbamos a poder”.
Y vaya que tuvieron tiempo para sentirse derrotados. Después de 14 años de búsqueda en el 2017 tuvieron la última oportunidad con un embrión criopreservado. El recuerdo del día en que se enteraron que Joaquín venía en camino quedó sellado en sus recuerdos, como uno de los más cargados de emoción y adrenalina de sus vidas.
Un llamado telefónico, casi 15 horas después de hacerse el análisis de sangre que confirmaría el embarazo o no, llegó el ansiado positivo.
“Estamos re embarazados Lore”, dijo la médica de fertilidad. Tomás salió corriendo a gritar por la casa “sí, sí, sí”. Después de 16 años del nacimiento de Tomás, de 14 años de búsqueda y de cuatro de la sanción de la Ley de Fertilidad, esa familia encontró lo que estaba persiguiendo con tanta determinación y amor.
“Ser hermano es hermoso, recibir la noticia de ese si fue lo mejor que me pasó en la vida”, cierra Tomás.
Eran los días en los que Maluma se posicionaba en todas las playlist latinas con su hit “Felices los cuatro”. Esa canción que poco tiene que ver con el contexto de Lorena, Guillermo y Tomás se volvió la banda sonora que acompañó ese embarazo y que de alguna manera presagió el nacimiento de Joaquín.
Hoy, los cuatro juntos comparten su testimonio para dar aliento, correr el velo que tapa esas cosas de las ‘que no se habla’ y de paso, multiplicar el amor.