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Lizarralde, el femicida de Paola Acosta, habló a 10 años del crimen: “No soy el monstruo que todos creen”

El condenado a perpetua habló en exclusiva con El Doce. Desde la cárcel de Villa María insistió en su inocencia y dijo haber sido secuestrado mientras ocurría el asesinato. Su relato, su vida en la cárcel y el motivo por el que se quebró.

El 21 de septiembre del 2014 no es una fecha más para la sociedad cordobesa. El asesinato de Paola Acosta, que fue encontrada junto a su hija de 2 años apenas con vida en una alcantarilla, conmocionó al país que seguía la intensa búsqueda.

La última persona que se comunicó y estuvo con ellas fue Gonzalo Lizarralde, que mantenía una relación conflictiva con Paola y tras un juicio con jurado popular fue condenado a cadena perpetua.

Nunca habló, se mantuvo en silencio. Hasta hoy.

A 10 años de la sentencia por unanimidad, la nueva defensa de Lizarralde ha presentado un pedido de revisión de la causa que se basa en presuntas pruebas científicas con nuevos peritos.

Con la nueva estrategia jurídica, decidió romper el silencio desde la cárcel de Villa María, donde cumple su condena perpetua: recién en 2045 podría salir en libertad.

Según su versión, al momento de encontrarse con Paola ese miércoles 17 de septiembre tres hombres lo atacaron, le robaron dinero y lo llevaron amenazado a su casa. Y sostiene que a Paola la mataron el sábado, mientras él estaba detenido. Algo que nunca denunció hasta hoy.

Lizarralde también niega la versión de los testigos que lo incriminan, rechaza haber lavado su camioneta para limpiar la sangre y critica casi todos: a sus abogados de ese entonces, a la Cámara y Fiscalía que intervino en el juicio.

La entrevista a Lizarralde en Noticiero Doce:

Encontrarse cara a cara con un condenado por femicidio no es fácil. “Ciudad de Villa María. 9.30hs. Establecimiento penal N5″, se leía en el papel de autorización de ingreso a la cárcel de Villa María para entrevistar a Gonzalo Lizarralde.

Las autoridades del penal habían preparado una sala de reunión. Esperamos unos minutos cuando de repente un hombre de 1.96 metros, esposado, se agachó y pasó por la puerta con un guardiacárcel. Nos observó y con un gesto algo tímido saludó con la cabeza.

Pidió que le sacaran las esposas y ante un “portate bien grandote” respondió: “Sabés que siempre me porto bien”. Como nunca había realizado una entrevista, me preguntó cómo iba a ser la nota, cuánto iba a durar y a dónde mirar.

Y realizó otra pregunta: “¿Tenías esta imagen de mí o esperabas algo peor?”. Sin prejuicios respondí que no había pensado con qué me iba a encontrar.

Dos sillas cercanas, cara a cara y sin desviarnos la mirada. Hablamos durante 47 minutos. Aunque suene raro, se mantuvo siempre tranquilo y hasta amable, con un tono similar y parejo.

Al finalizar ocurrió algo extraño: se quebró. “Pensé que me iba a largar a llorar”, admitió, y bajo lágrimas trató de explicar lo duro que es vivir en la cárcel y que un gesto de debilidad podía poner en peligro su vida.

Como periodista fue difícil hablar con una persona condenada con un fallo de la justicia contundente y con innumerbales pruebas pero que en tu cara te dice “yo no fui y soy inocente”.

Créditos

Entrevista y texto: Juan Pablo Lavisse.

Camarógrafo: Mariano Simes.

Producción: Luján Agüero.

Edición audiovisual: Ezequiel Zambrano.