El pipazo, una droga conocida en otras provincias como paco, volvió a estar en el centro de la preocupación social en Córdoba. Altamente adictiva, barata y letal en pocos meses, fue señalada como un factor común en los crímenes de Brenda Torres y Milagros Basto, dos jóvenes en extrema vulnerabilidad asesinadas con una violencia atroz.
En diálogo con Telenoche, el cura Mariano Oberlin, que trabaja en la lucha contra las adicciones en barrio Müller, describió un panorama alarmante: “Lo que veo en el barrio es que está creciendo cada vez más, va creciendo el consumo de esto del pipazo”. Según explicó, la expectativa de vida de quienes consumen es muy baja por las graves consecuencias que provoca en el organismo.
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Oberlin remarcó que en su comunidad intentan dar respuestas, pero el crecimiento de los casos los supera: “Son cada vez más los que vienen. En algunos casos ya no tenemos más camas, tenemos que decir que no podemos recibir más. También hay mucha gente que viene a pedir ayuda para un familiar o un hijo, pero si la persona no quiere salir, no podemos hacer nada”.
Consultado sobre cómo frenar el avance, señaló que el problema va más allá: “Hay una cuestión de fondo que tiene que ver con el consumismo en el que vivimos. No sé en qué momento se rompe la barrera del consumo legítimo al destructivo. A largo plazo hay que trabajar en eso, pero en lo inmediato es acompañar, en la medida en que se pueda”.
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El sacerdote apeló a un compromiso social más amplio. “El Estado tiene su parte, pero como comunidad tenemos que acompañar. Aunque a veces no se vean los frutos que quisiéramos, humanamente algo hay que hacer. Aun cuando no sepamos si alguien va a salir adelante, vale la pena estar”.
Frente a la problemática que avanza en Córdoba, la jefa de Toxicología del Hospital de Urgencias, Andrea Vilkelis, detalló en diálogo con El Doce que esta droga —un subproducto de la cocaína con alto nivel de impurezas— provoca infartos, ACV, pérdida severa de peso y un deterioro general que puede reducir la vida a entre seis meses y un año. Genera una euforia breve, seguida de una depresión profunda que empuja a consumirla de nuevo, y su bajo costo facilita el acceso.