El velorio de Lautaro Uriel Figueroa en el barrio San Javier de González Catán, en el partido bonaerense de La Matanza, se transformó en una escena de alto impacto que terminó viralizada en redes sociales.
Familiares y amigos del joven de 19 años, abatido por un policía al intentar robarle la moto, organizaron un velorio tumbero cargado de violencia y exhibicionismo.
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Durante la despedida, el cuerpo fue colocado en un ataúd cubierto con una mortaja blanca y, sobre él, varias armas. Afuera de la vivienda, motos aceleraban sin parar y sonaron al menos 23 disparos al aire, en una muestra de poderío que generó miedo entre los vecinos.
“Siempre presente, amigo”, escribió uno de sus allegados en redes, mientras otros recordaban partidos de fútbol compartidos con el joven. “Mala ahí amigo, nos dejaste tristes. Me acuerdo del fútbol que hicimos el miércoles con los pibes y cómo renegabas conmigo. Descansa en paz. Siempre presente amigo”, puso otro amigo.

Figueroa tenía antecedentes penales desde la adolescencia. El sábado pasado intentó robarle a un vecino junto a un cómplice, pero la víctima resultó ser un policía de civil, instructor de tiro de la DDI de La Matanza. El enfrentamiento terminó en un tiroteo a centímetros de distancia: el oficial sufrió una herida en la pierna, el cómplice logró escapar y Figueroa murió en el lugar.
Ahora, la Policía busca intensamente al segundo ladrón, que huyó a bordo de la moto utilizada en el asalto. Mientras tanto, las imágenes del velorio —con armas, tiros y motos— reavivaron el debate en redes sociales sobre la cultura tumbera y la violencia urbana que atraviesa a distintos barrios del conurbano bonaerense.