Desde su detención a mitad de semana, la realidad de Tony Janzen Valverde Victoriano (20), conocido por todos como “Pequeño J”, se redujo a cuatro paredes. El joven narco, acusado de ser el autor intelectual del triple crimen de Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15), permanece totalmente aislado en Perú, sin contacto con otros internos y bajo estricta vigilancia, mientras se define su extradición a la Argentina.
El peruano fue trasladado al penal de Cañete, en la región de Lima, tras pasar por un control médico en la comisaría de Chilca, a unos 50 kilómetros al sur de la capital peruana. Allí permanecerá hasta que la Justicia de ambos países avance con el pedido de extradición, un proceso que podría demorar varios meses.
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El Establecimiento Penitenciario de Cañete, oficialmente así denominado, está ubicado en el distrito de Nuevo Imperial, a 160 kilómetros al sur de Lima. Tiene capacidad para alojar entre 768 y 1.021 personas, pero actualmente supera los 1.900 internos, lo que implica un nivel de hacinamiento que oscila entre el 160% y el 200%, uno de los más altos del sistema penitenciario peruano.
La sobrepoblación agrava las condiciones básicas: las celdas están saturadas, el espacio vital por preso es mínimo y el acceso a agua potable, comida adecuada y atención médica es limitado. La convivencia se vuelve tensa y las disputas entre pabellones son frecuentes.
El penal está dividido en módulos que separan a condenados de procesados. En el caso de “Pequeño J”, al estar detenido bajo proceso de extradición, fue alojado en un sector preventivo. Además, por su perfil de alto riesgo, se mantiene bajo vigilancia especial para evitar ataques o intentos de fuga.
La seguridad es otro desafío en Cañete: los operativos de requisa son habituales y en ellos se secuestran celulares, drogas, armas blancas, bebidas alcohólicas y otros elementos prohibidos. Aun así, los controles no logran frenar del todo el ingreso de estos objetos, lo que refleja el poder de las mafias internas.
Programas y capacitaciones
Pese a las duras condiciones, en el penal funcionan programas de reinserción y capacitación laboral. A través de la iniciativa “Cárceles Productivas”, los internos participan en talleres de panadería y marroquinería, donde elaboran productos como pan, carteras, billeteras y morrales.