El Doce y el Consejo Médico de la Provincia de Córdoba volvieron a unirse para resaltar la solidaridad y la empatía. El objetivo es distinguir a aquellos médicos cordobeses que trabajan sin otro interés que ayudar al prójimo en su comunidad o en cualquier rincón del país o del mundo sin esperar nada a cambio.
Después de la etapa de postulaciones, el concurso ya tiene a sus tres candidatas. Ahora, resta votar para elegir a la ganadora de esta edición 2025 y ya lo podés hacer en el siguiente formulario.
Debajo, te dejamos sus historias de compromiso y dedicación.
La historia de Ana María Rognone
El 26 de diciembre de 1989, Ana María Rognone rendía su última materia de la carrera de Medicina y se preparaba así para iniciar 1990 con lo que preveía sería su residencia en Pediatría. Sin embargo, en el camino tuvo la oportunidad de conocer y trabajar con Ingrid Waisman, reconocida pediatra, neonatóloga e investigadora que estaba radicada en Río Cuarto.
Hizo entonces su residencia en el instituto Neoclínica, en Neonatología y, posteriormente, a su regreso a Córdoba, realizó la especialidad de Pediatría.
Se desempeñó como neonatóloga en la actividad privada hasta 2001, cuando la crisis la afectó, como a millones de argentinos, y posteriormente inició un camino en la salud pública: primero, como coordinadora del call center del entonces flamante servicio 136 y, después, a cargo de la organización, docencia y capacitación de las residencias de Neonatología, que comenzaba a ser considerada una actividad crítica, en el Ministerio de Salud.
“Luego, comencé a trabajar en el hospital Misericordia, donde descubrí esta maravilla de la Maternidad Segura y Centrada en la Familia”, apunta. Y revela que, cuando coordinaba la UCI de Neonatología en ese establecimiento, surgió la necesidad de un voluntariado, que primero fue de dimensiones reducidas, pensado para la residencia de madres, hasta que en 2017 la inquietud de una de las integrantes forjó el germen de lo que es el grupo actualmente.
“Una voluntaria se acercó y me comentó sobre la actividad de las abrazadoras, que se hacía en otras partes del mundo y comenzamos a trabajar en ello. En 2022, el Misericordia se fusionó con la Nueva Maternidad Provincial ‘Brigadier Gral. Juan Bautista Bustos’, donde me hice cargo de la UCI de Neonatología y con el voluntariado a full”, relata.
El grupo de voluntariado pronto podrá convertirse en fundación, lo cual le permitirá seguir creciendo y recibir distintos tipos de apoyo, además de contar con más autonomía, aunque siempre ligado al personal sanitario. “Voluntarios van a encontrar de sobra porque todo el mundo quiere abrazar a un bebé, pero hay que involucrar al equipo de salud para capacitar y acompañar”, explica.
¿Por qué es importante la labor de las abrazadoras? Hay evidencia científica de que el contacto piel a piel con la madre es clave para el niño en su primer año de vida. “El recién nacido humano es una especie 100% dependiente de la mamá en ese periodo, está diseñado para estar en contacto con su pecho las 24 horas del día. Para la madre también es importante, porque el instinto materno no nace con la mujer, sino que se desarrolla”, precisa. Añade que, por distintas razones –desde complicaciones en su salud hasta factores sociales–, hay madres que no pueden estar con su hijo todo el tiempo que desearían, por lo que la figura de la “abrazadora” cobra trascendencia.
“Nunca va a suplantar a la mamá, pero, al estar en contacto en brazos de una persona, el bebé crece y engorda mejor, además favorece sus indicadores y al desarrollo de la sustancia blanca del cerebro”, indica Rognone.
Los primeros abrazaditos ya tienen cinco o seis años y muchos se reencuentran con los equipos de salud en las fiestas de la Semana del Prematuro. Mientras tanto, otras instituciones de Córdoba y de otras provincias piden asesoramiento para replicar la experiencia.

La historia de Ruth Llebeili Salvá
Ruth Llebeili Salvá se recibió de médica hace 30 años y desde hace 20 integra el Grupo Salud de la Fundación Forjar, que asiste y colabora en comunidades tanto del interior como de otros países.
El abordaje que realizan es integral, con atención física, psíquica, social y también espiritual. El grupo ha viajado a lugares del exterior, como Costa Rica o países del África y, en el territorio argentino, ha contribuido con poblaciones como la de los wichís o los aba guaraníes. Tierra adentro, comenzaron con comunidades de Serrezuela.
“En estos 20 años, hemos logrado impacto social y también en las personas. No queremos hacer asistencialismo, sino ayudar a enseñar, hacer hincapié en la prevención, sobre todo primaria, ofrecer herramientas sustentables, por ejemplo, para microemprendimientos. Y también dar esperanza a las personas”, explica Llebeili, quien es pediatra y trabaja en el Hospital de Niños. “Me gustan los chicos, me gusta su lenguaje”, ha contado Ruth en otras oportunidades.
Comparte la labor solidaria con colegas y con su esposo y asegura que la actividad le genera mucha satisfacción. “Me ha aportado mucha alegría, llena la vida”, describe.
El contacto con las comunidades no se agota en las visitas presenciales, sino que permanece el contacto a través de diferentes medios y también se realizan donaciones y envíos de distintos elementos, incluyendo medicamentos.
“Actualmente hacemos un viaje cada quince días. También van odontólogos, veterinarios, maestros rurales, visitadores médicos. Los profesionales de la salud nos ayudan de diferente manera, por ejemplo, uno de ellos nos donó un torno móvil con el que se realizan prácticas odontológicas y mi esposo compró un microscopio, el cual permite efectuar análisis de laboratorio en el campo. El trabajo no se puede hacer sola, es en equipo, actualmente hay 24 personas colaborando”, destaca.

La historia de Viviana Yzaguirre
Un viaje de Viviana Yzaguirre con su familia a Río de Janeiro para ver al Papa Francisco fue el inicio de un proyecto social que no para de crecer y transformo la vida de miles de personas. Médica legista –especialidad de la que vive– amplía hoy su actividad para la atención de pacientes en comunidades desfavorecidas del Chaco, incluyendo las de El Impenetrable, en Salta (comunidades wichis), Santiago del Estero (comunidad jesuita) y en Córdoba capital (gente en situación de calle), que con espíritu solidario y ayuda, pudieron penetrar.
En ese viaje a Brasil –el primero de Francisco–, el pontífice alentó a los asistentes a “salir de la comodidad” y a “hacer lío” para ayudar a los más vulnerables, como los ancianos y los jóvenes. Yzaguirre lo tomó al pie de la letra.
A esas palabras, se le sumó el encuentro oportuno con una monja de la Congregación de la Misericordia, de Chaco, pertenencia que pudo detectar porque ella mismo estudió en su infancia en un convento en el sur provincial, como alumna pupila. Una charla con ella la inspiró a realizar en esa provincia una acción solidaria y, con esa intención, tres meses después realizó su primer viaje a El Impenetrable, al que se agregaron muchos más.
Con el tiempo, sus hijos –que comparten la vocación de Viviana por la medicina– comenzaron a acompañarla, junto con sus compañeros y la iniciativa fue incorporando así participantes, apoyos y convenios.
“De nueve que arrancamos, hoy somos casi 60 en cada operativo. Tenemos farmacia propia, equipos de rayos x, laboratorio, electrocardiograma y ahora sumamos un ecógrafo. Ya visitamos el 80% de la provincia del Chaco, volvemos a los mismos lugares, porque tenemos historias clínicas propias. Además, podemos hacer telemedicina todo el año gracias a los colegios donde hay WiFi, lo cual permite, inclusive, ofrecer tratamiento psicológico”, describe.
La Fundación Todo por Todos –que Viviana preside– también está conformada por voluntarios de distintas especialidades, así como odontólogos, kinesiólogos, fonoaudiólogos, psicólogos, farmacéuticos y veterinarios y por capacitadores que enseñan oficios como peluquería, costura y tejido, con fin de que los habitantes no tengan que perder arraigo en su comunidad para sobrevivir. Se trata de un acompañamiento integral, que excede lo estrictamente sanitario, porque, recuerda la médica “a la salud se la ve como un todo”.
“Somos tantos que está armada por equipos, pero todo recae igualmente en mí. La fundación es federal: en cada viaje participan personas de distintos lugares del país, como La Pampa, Chubut, Río Negro, San Luis, Santa Fe, Corrientes, Buenos Aires o Bahía Blanca como también del Uruguay. Donde vamos, armamos un hospital de campaña y dejamos medicamentos para seis meses o un año”, revela. “Asimismo, se brindan cursos para personal de salud, como urgencias obstétricas y pediátricas y prevención del suicidio; los profesionales arman las clases y nosotros mismos damos la parte práctica”, añade.
El proyecto se sostiene gracias a donantes mensuales y a colaboraciones en especie —como camillas, gazebos o medicamentos— que aportan empresas comprometidas con la causa.




