El reciente informe del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) reavivó una preocupación histórica en varias regiones del país: la presencia de arsénico en el agua subterránea, principal fuente de consumo para millones de personas. Las muestras analizadas mostraron concentraciones por encima de los valores recomendados en provincias como Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos, Tucumán y La Pampa.
El arsénico es un elemento químico de origen natural, presente en rocas, minerales y suelos de gran parte del territorio argentino. Con el paso del tiempo, la erosión, la filtración de minerales y la sobreexplotación de acuíferos facilitan que este mineral pase a las napas profundas, contaminando el agua que consumen miles de familias.
Puede presentarse en dos formas:
- Orgánica: menos tóxica.
- Inorgánica: altamente tóxica para el organismo.
En Argentina, la contaminación suele estar asociada a la forma inorgánica, la más peligrosa.
Los especialistas advierten que el arsénico es especialmente riesgoso porque sus efectos no aparecen de inmediato: pueden tardar años o incluso décadas en manifestarse. Por eso su presencia es considerada una amenaza sanitaria de gran escala: más de 8 millones de personas viven en zonas afectadas.
Qué dice la OMS
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera al arsénico una de las 10 sustancias químicas más peligrosas para la salud pública. Recomienda que el límite máximo en agua potable no supere las 10 partes por billón (ppb).
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La exposición crónica a valores superiores puede provocar Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE), una enfermedad que causa:
- Lesiones y alteraciones en la piel
- Problemas hepáticos y renales
- Afecciones respiratorias
- Trastornos cardiovasculares
- Diabetes
- Cáncer de piel, vejiga y pulmón
En casos de intoxicación aguda, los síntomas pueden incluir vómitos, dolor abdominal, diarrea, calambres musculares, dificultad para mover extremidades, y en situaciones extremas, la muerte.
Una problemática extendida y persistente
El ITBA señala que, aunque el origen del arsénico es natural, la falta de tratamiento adecuado y la dependencia de pozos profundos favorecen la aparición de HACRE en numerosas comunidades del interior del país.
La advertencia se vuelve más urgente porque el arsénico no modifica el sabor, olor ni color del agua, lo que obliga a realizar análisis periódicos para garantizar su potabilidad.