Un viaje de trabajo terminó en tragedia para Miguel Esteban Contreras, un camionero de 44 años oriundo de Río Colorado, provincia de Río Negro. El hombre murió este lunes por la madrugada, días después de haber sido mordido por una serpiente yarará mientras hacía una parada en la ciudad de Cipolletti.
Todo ocurrió a comienzos de diciembre, cuando Contreras descendió de su camión para orinar y, en medio de la oscuridad, sintió un pinchazo en la pierna. No pudo ver qué lo atacó, pero horas más tarde empezó a sufrir fuertes dolores en los riñones, en una pierna y tos con sangre.
Recién cuando los síntomas se volvieron insoportables, pidió ayuda al personal de la Caminera, que lo trasladó de urgencia al Policlínico de Cipolletti. Allí, los médicos sospecharon de una mordedura de yarará y le suministraron el antídoto, pero la aplicación se realizó 12 horas después del ataque, cuando el cuadro ya era crítico.
Según explicaron los médicos, el suero antiofídico no elimina el veneno, sino que lo retiene e impide que siga dañando los órganos. Pero en este caso, el tiempo jugó en contra: el veneno ya había provocado un descenso abrupto de los glóbulos rojos, obligando a realizarle transfusiones de sangre de manera permanente.
En la clínica también descubrieron que Contreras padecía Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) e hipertensión, condiciones que agravaron aún más su estado.
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La noticia golpeó de lleno a la familia de Miguel, que tenía tres hijas de 23, 20 y 16 años. Su hija Oriana contó que su papá no pudo identificar el ataque por la oscuridad y que la atención médica llegó cuando ya era tarde.
Los expertos en toxicología remarcan que, ante una mordedura de yarará, hay un plazo de 12 horas para aplicar el suero antiofídico, pero insisten en que la atención debe ser inmediata y en el centro de salud más cercano, ya que el suero puede demorar en llegar si el ataque ocurre en una zona alejada.