Este jueves se cumplen 10 años de la partida de uno de los músicos más icónicos que tuvo la provincia. Aunque fuera un "cordobés por adopción", ya que nació en Perú y llegó a la Argentina en los 90, el legado de Bam Bam Miranda como artista hizo una huella muy grande en la música popular mediterránea que se reflejó en todos los géneros.
"No hay ni hubo nadie como él", coinciden sus amigos y alumnos, quienes se reunieron para homenajearlo con música, frente a un mural que terminó de pintarse en las últimas horas y que lo recuerda como "el patrón del ritmo", como el nombre del libro que también se está estrenando en estos días.
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“Estamos homenajeando al maestro de los maestros. A diez años de su desaparición física, porque él está siempre en nosotros”, afirma Coco Melia, quien fue compañero suyo 10 años en La Mona.
La pintura fue hecha en la casa de Oscar, alumno de Bam Bam y percusionista de Cachumba. La idea surgió de Fabián Villarruel, quien fue su asistente por más de 20 años y además es muralista. "El objetivo es que no se pierda su legado musical" asegura, y explica que fue el responsable de introducir la música afroperuana y afrocubana en Córdoba: "Hay un antes y un después de Bam Bam en la música de cuarteto".
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Sobre su famoso carácter complicado, él prefiere definirlo como un "genio cascarrabias". "Cuando a él no le salían las cosas tenía un humor, pero al final lograba su objetivo. A pesar de eso era muy respetuoso, siempre. Lo recuerdo con mucho cariño y me dejó un montón de amigos de la música. Con los íntimos era muy gracioso, pero para afuera era el ogro", dice.
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En la misma línea habla Darío Vilta, conocido por integrar la exitosa banda de Rodrigo: "Acá en Córdoba no se conocía la percusión. Había algunos que se hacían los que tocaban, pero cuando llegó él lo trajo. Costó que lo entendieran, no querían saber nada. Cuando estaba con Jiménez los otros músicos le decían que estaba loco, pero Jiménez entendió todo".
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Vilta lo conoció apenas llegó a Córdoba y vivieron juntos. Gracias a él encontró su vocación: "A mí me cambió la vida", dice. En eso coinciden todos. No hay percusionista en el cuarteto que no haya aprendido de su legado. Desde los más grandes hasta los más chicos, como Benjamín, quien aprendió a tocar las congas a los dos años y con 11 ya se dio el gusto de tocar con La Mona.
Benja nunca conoció a Bam Bam ni lo vio tocar en persona, pero desde chiquito escuchó hablar de él y hasta el propio Jiménez le encontró un parecido en su toque. "Fue un crack. Me gustaría tocar como él", dice.