En sus mesas ya no se discuten las formaciones de las principales orquestas. Ya no se cierran los contratos, ni se acuerdan shows y son muy pocos los cuarteteros que todavía van allí a tomarse un café.
Sin embargo entre esas paredes se forjaron los destinos del cuarteto y los cordobeses que bailan el tunga-tunga deberán agradecérselo toda la vida.
¿Quién no pasó por aquella esquina alguna vez? Entre Olmos y Maipú, en pleno centro de la Ciudad de Córdoba, está la famosa oficina cuartetera. Justamente con ese nombre lo inmortalizó Aldo Kustin, el recordado músico y compositor que, entre sus más de 700 canciones, le dedicó una a este lugar que tanto quería.
Mediodías infaltables, entre charlas y café
“Esta era la segunda casa del Aldo”, dice Emeterio Farías, empresario del género y uno de los pocos que todavía hoy se toma un café todos los días en sus mesas. Esas mesas que se llenaban de "gente del ambiente", que discutían sobre cómo debía trabajarse en el cuarteto.
Un teléfono que suena incansable en un rincón
Y todo comenzó con un teléfono. Hace algunas décadas, era toda una odisea conseguir una línea telefónica. Por eso en 1974, cuando abrió el bar, la posibilidad de contar con una línea de comunicación al exterior fue lo que atrajo a empresarios, artistas, músicos y dueños de locales bailables. La cercanía con la antigua radio LV2 también fue un punto importante para lograr su auge.
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El día martes era el más concurrido. Pasado el cansancio de la actividad bailable del fin de semana, ya era momento de pensar en el próximo. "Llamame tal día a tal hora al Bon Que", le decían a los organizadores de bailes del interior, y así se pactaban las fechas.
"Desde las 11 de la mañana hasta las 4 de la tarde no podías entrar", recuerda Carlos Seia, uno de los dueños actuales del bar. Claro, todos querían estar ahí y enterarse de lo que pasaba.
"Era el centro de convención de los músicos y productores de bailes", lo define Eduardo Pato Lugones, uno de los históricos de Chébere.
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El punto de partida hacia un viaje de ilusión
Pero no solo iban los que estaban arriba o detrás de los escenarios. Los fines de semana era el momento del público. Desde allí salían los colectivos a los bailes de los distintos barrios de la ciudad como el Deportivo o Atenas, entre otros. Y también hacia el interior. Decenas de personas se peleaban por conseguir una mesa para "hacer la previa" antes de gastar los pies en la pista.
Olmos y Maipú, la histórica esquina de Bon Q' Bon. / Foto: Cuarteteando.com
Eres parte de la historia del cuarteto cordobés
Pero los tiempos cambiaron y la tecnología hizo lo suyo. De a poco los productores fueron abriendo sus propias oficinas. Ya no era necesario juntarse en el Bon Q´Bon para organizar una tocada y la gente dejó de usarlo antes de las noches cuarteteras.
"El teléfono ya no suena más", asiente Carlos con un poco de nostalgia.
El turista que pasea por Córdoba probablemente camine por la puerta y el lugar pase desapercibido. Sin embargo, los cordobeses lo recordarán siempre y lo tendrán como un pedacito de su corazón.