Dayana nunca pensó que a los 24 años iba a pasar una situación así. Siempre gozó de buena salud, hasta que un día, después de terminar de cocinar y hacer reparto de empanadas con su mamá en Alcira Gigena, comenzó con un dolor de panza que se hizo cada vez más intenso.
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Le hicieron estudios y encontraron que tenía cálculos. Comenzó un tratamiento, pero al poco tiempo un calculo de la vesícula se pasó por el conducto hasta el riñón, lo que le causó una pelinegritis. Estuvo internada en terapia intensiva una semana, esperando que la infección disminuyera. Pero eso nunca pasó, su cuadro empeoró y tuvieron que extirparle de manera total el riñón izquierdo.

Los días internada se hacían eternos, por lo que los enfermeros le pidieron a su mamá que le llevaran una radio para que pueda escuchar música y así pasar las horas.
"Fue un proceso super difícil aceptar lo que me pasaba, pero tuve en la música un escape, me acompañó", cuenta. Desde que se acuerda escucha al Loco Amato. Lo sigue desde que estaba en Trulalá, ya que su tío era muy fanático y siempre sonaba en las fiestas familiares. Así que en la situación crítica en la que estaba, no dudó en escuchar sus canciones en el hospital.

"Yo lo escuchaba y cantaba, es mi ídolo, cerraba mis ojos y soñaba con volver a verlo, era mi motivación para salir, poder volver a ir al baile", recuerda.
Y por suerte pasó, después de un mes y medio internada, salió del hospital y siguió su recuperación en casa. Cuatro meses después, se enteró que el Loco iba a Río Cuarto y se sintió lista para ir.
Su sueño se cumplió, volvió a los bailes: "Aunque tuviera que ir sola, no me perdía ninguno", asegura. Sin embargo siente que le quedó una deuda pendiente: "Nunca pude darle un beso, un abrazo y agradecerle por su música, por mantenerme viva, por alegrarme y que en más de una ocasión no sintiera desesperación y me sintiera mal. Agradezco al Loco Amato por todo porque siento que, además de los médicos, él me ayudo a salvarme".
