Después de 50 años de carrera, La Mona Jiménez mantiene intacto el vínculo con sus fanáticos. Da todo por ellos en el escenario y, siempre que esté a su alcance, trata de cumplir sus deseos.
Y así lo comprobó Martín, un monero que vino desde Lomas de Zamora, Buenos Aires, a ver a su ídolo. Con toda la ilusión, llegó a la casa del más grande y tocó timbre. Para su sorpresa, él mismo abrió la puerta y salió a la calle a recibirlo.
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La emoción del momento fue tan grande, que las lágrimas no tardaron en salir. "Soy de Buenos Aires pero soy cuartetero", dijo, mientras no paraba de llorar. El chico le mostró un tatuaje en su espalda al Mandamás con su cara, le hizo firmar una camiseta de fútbol y lo abrazó y besó todo lo que pudo.
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La Mona estaba en pleno ensayo con su banda, y lo invitó a pasar a la sala que tiene junto a su casa. A esta altura, Martín no podía creer todo lo que le estaba pasando. Allí, ante todos sus músicos, intentó hablar sobre el fanatismo que lo había llevado ahí, pero las palabras estuvieron de más, la emoción estaba en el aire.
"Dejá de llorar, ¿Cuánto querés para llevártelo?", dijo la Juana, cortando con un poco de humor este increíble momento.
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Miles de personas sueñan con estar muy cerca de su ídolo. Y él lo consiguió.