Argentina está repleta de lugares recónditos que muy pocos conocen. Basta solo con animarse para descubrir las joyas que ofrece el país a lo largo y a lo ancho del territorio.
Córdoba tiene sus propios sitios fantasma llenos de historias aún intactas en el tiempo. Por desastres naturales, crisis económicas o errores humanos, estos lugares quedaron sin habitantes y hoy son atracciones en la provincia.
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Y las vacaciones de invierno que arrancaron esta semana son una gran oportunidad para tomarse aunque sea una jornada y visitar alguno de estos cuatro puntos abandonados en Córdoba:
- Cantera Iguazú
Se encuentra en las inmediaciones de la localidad de Characato, en el departamento de Cruz del Eje, en el noroeste provincial. Está a unos 120 kilómetros de la capital, que se hacen en menos de tres horas. Se llega subiendo por el camino de tierra que te lleva al Valle del Río Pinto.
Cantera Iguazú fue levantada en el año 1946 para la extracción de mármol blanco, caliza y piedra sapo. El nombre es en honor a las Cataratas de Misiones, ya que, de lejos, una enorme pared blanca simulaba cascada de agua.
Su apogeo se dio una década después gracias al crecimiento de la industria nacional. En aquella época de prosperidad, el pueblo llegó a tener más de 100 familias. Se construyeron viviendas, escuelas y hasta una canchita de fútbol.
Pero la situación cambió y a partir de la década del 70 Cantera Iguazú empezó a quedar con menos habitantes. Cuenta la leyenda que el último lugareño se mudó durante el Mundial de fútbol de 1978 para poder ver los partidos, a causa de la mala señal, y nunca más regresó.
Actualmente se puede visitar este pequeño caserío abandonado con paredes blancas donde se asoman cactus y arbustos, rodeado por un espejo de agua.
- Pueblo Escondido
Se ubica a la vera del Cerro Áspero y al límite con la provincia de San Luis. Este lugar realmente es para aventurados, ya que hay que adentrarse un poco en la montaña para encontrarlo.
Hoy se puede pernoctar en el lugar aunque el acceso no es muy cómodo y debe realizarse con guía. Se puede ir por Merlo, San Luis, o por Embalse hasta el pueblo La Cruz. Luego, pasar por Luti y seguir los carteles indicativos hasta Pueblo Escondido. Una vez finaliza el sendero, se debe estacionar el auto y bajar hasta el lugar caminando.
Pueblo Escondido nació como yacimiento de tungsteno, una clase de mineral óxido que se utilizaba para la industria bélica y para hacer aleaciones de acero de alta resistencia al calor e impacto. Llegaron a vivir más de 400 obreros en su época dorada, entre 1895 y 1970.
Además de las casas de los trabajadores, también había construcciones dedicadas a la separación, molienda y concentración de los minerales extraídos. La actividad se mantuvo hasta principios de la década del 70 cuando la mina cerró como consecuencia del bajón de precio mundial del tungsteno y por la irrupción de este material producido en China.
- Cantera Centenario Argentino
Se encuentra a unos 12 kilómetros de la Ciudad de La Cumbre por el conocido camino que lleva al aeroclub, aunque luego no cuenta con huellas que conduzcan al lugar.
Su fundador fue Eduardo Quinteros, quien trabajó para el progreso de La Cumbre y la zona. Fue un pueblo minero que, como en muchos otros, las canteras gozaron de vida propia.
En su momento el pueblo se gestó con alrededor de 30 casas, una línea de ferrocarril, una escuela, una proveduría y hasta un equipo de fútbol que los representaba en los torneos regionales.
Los dueños de la mina empezaron a cambiar con el correr de los años y el sitio se fue apagando. Hacia la década del 80 se cerró definitivamente y Cantera Centenario Argentino comenzó a deshabitarse.
Hoy solo queda aquel antiguo caserío envuelto en la naturaleza que ganó terreno. Como si fuera poco, un grupo de turistas de Buenos Aires habría sido testigo de extraños acontecimientos, por lo que estas ruinas también se consideran un "pueblo de fantasmas".
- Totoralejos
Está a 230 kilómetros de Córdoba capital, en medio de las Salinas Grandes. Para llegar, hay que tomar la ruta nacional 60 hacia Deán Funes y hasta toparse con el cartel indicativo de Totoralejos. Allí hay que doblar por una calle de ripio hacia la izquierda y luego doblar hacia la derecha.
El pueblo se instaló al costado de las vías del Ferrocarril General Belgrano y allí vivían obreros que se encargaban del mantenimiento de las vías.
Al igual que otros campamentos ferroviarios del país, hacia la década del 90, Totoralejos sintió el impacto de varias medidas del Gobierno que conducía Carlos Menem.
Todos los habitantes empezaron a mudarse a otros sitios menos Miguel Palacios, quien continuó en el lugar, a pesar de que Totoralejos no tenía electricidad ni agua potable.