Obama se arremangó la camisa durante su charla en la Usina del Arte y las miradas apuntaron a su muñeca izquierda, particularmente a su reloj.
No es un reloj de lujo ni algo caro: se trata de un Fitbit Surge, un dispositivo que está a mitad de camino entre una pulsera deportiva y un smartwatch, y que salió a la venta en 2014. Precio: unos 250 dólares.
El Fitbit Surge permite seguir el ritmo cardíaco y el movimiento de su usuario cuando hace deporte, además de ofrecer un GPS integrado para, por ejemplo, medir la distancia recorrida al salir a correr o andar en bicicleta; también permite sincronizar toda esa información en forma automática con un smartphone vía Bluetooth y, como otros relojes conectados, mostrar las notificaciones que llegan a un teléfono, usarlo para controlar la reproducción de música y demás.
Para la seguridad de la Casa Blanca esto no es tan bueno, ya que el dispositivo no cuenta con la misma seguridad digital que otros dispositivos como el teléfono Blackberry que usa Obama o su tableta iPad (que fue alterada físicamente para eliminar las cámaras, los micrófonos o el GPS); Obama es, dicen, el primer presidente de los Estados Unidos que se interesa por la tecnología como usuario (y el único que, en 2014, se bajó de su helicóptero porque había olvidado su celular en el Salón Oval).