Aunque parezca una paradoja, la grave enfermedad de un recluso estadounidense le dio más tiempo de vida. La obstrucción pulmonar crónica de Alva Campbell le permitirá tomar un respiro de casi dos años antes del final fatal.
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La crónica de una muerte anunciada tendrá un capítulo más de "suspenso". Como no se pudo aplicar la sentencia programada (inyección letal), la ejecución del preso se postergó hasta el 5 de julio de 2019. Debido al padecimiento de salud del Campbell, para los verdugos de la cárcel de Ohio fue imposible hallar una vena para introducirle el "líquido que liquida".
Las agujas del reloj fueron las únicas que funcionaron en la sala de ajusticiamiento del correccional norteamericano. Exactamente a las 10 de la mañana, las otras puntas de metal, las que encabezan las líneas intravenosas que matan, fallaron. Después de 25 minutos de pinchar infructuosamente los brazos y piernas del condenado, los responsables de cumplir con el castigo de la justicia de los hombres se dieron por vencidos.
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Además de su afección respiratoria, Campbell camina con un andador y tiene ano contra natura. De sus 69 años de vida, 40 los pasó tras rejas. Cumplió una primera pena por asesinato de 20 años hasta 1992.
Pasó cinco años de libertad condicional hasta que en 1997 reincidió con el delito. En esta oportunidad, la salida de la cárcel por la nueva condena por robo y homicidio debería ser dentro de un cajón funerario. Pero ¿quién sabe? En materia de justicia, salud y suerte no está todo dicho.