Si les digo que una familia de franceses dejó la bella París para viajar por América y quedaron encantados con Córdoba, más de uno puede decir o pensar: “¿Están locos?”, “¿Dejar Paris? ¿Pero cómo?” y es que quizás pasamos por alto lo que más destacan los extranjeros sobre los cordobeses –más allá de nuestras sierras-: el valor humano.
Julien Girault, de 39 años, trabaja en una empresa de demoliciones cuando comenzó a sentir ganas de salir a “explorar” el mundo. Además, se sentía incómodo por las horas que pasaba lejos de su familia debido al tráfico parisino y la extensa jornada laboral. Es así que un día le planteó su proyecto a su esposa, Marie Povie, ingeniera de 42 años: armar un motorhome y hacer un viaje de Ushuaia hasta Alaska junto a sus tres hijos de 12, 8 y 4.
Marie, poco convencida del proyecto, miraba de reojo cómo su marido remodelaba un antiguo camión militar y agregaba una cámara frigorífica para convertirla en motorhome. Así fue como se entusiasmó también con la idea. Con casa rodante lista, la mandaron por barco de Bélgica a Uruguay y ellos volaron en avión con sus hijos Manon, Alicya y Alex.
Recorrieron Uruguay, Brasil, Paraguay y cruzaron para Argentina, donde cada lugar los enamoró. Sin embargo, la aventura se iba a ver interrumpida por un suceso que modificó la vida de –casi- todos los habitantes del planeta: la cuarentena por el coronavirus. Sus pasaportes son franceses y tenían un sello de China por un viaje que hicieron hace unos años, es decir, el combo perfecto para despertar temor ante las autoridades de esa primera etapa de pandemia.
La policía de Santa Fe los invitaba a retirarse en cada lugar que paraban. Siguieron a Córdoba, se les hizo de noche, en un pueblo: Morteros. Allí Juan Manuel Vacheta, dueño de la radio del pueblo, (FM República) les habilitó el predio de la antena radial para que estacionen el motorhome por una noche. Esa noche se trasformaron en 298 días y hoy dicen tener en el pueblo cordobés “una familia”.
Ya con restricciones más leves, el proyecto de conocer América de la “A” a la “A” tomó vida de nuevo. El viaje continúa por el norte argentino para luego ir al sur, cruzar a Chile y subir hasta Alaska.
La familia comparte 24 horas del día y el jardín de su casa cambia según el destino en el que se encuentren. La escolaridad de los hijos está a cargo de sus padres que trajeron los libros que la currícula francesa exige, pero no tienen horarios ni días pautados para aprender.
Cuando se le pregunta a Marie por un consejo para alguien que tenga ganas de hacer lo mismo, ella responde: “Hay que estar preparado y saber que viajar puede gustarte o no. Hoy nosotros disfrutamos de nuestro tiempo y elegimos dónde quedarnos sin que nadie nos apure”. Por su lado, Julien, aconseja: “La vida es una sola, y si no disfrutás ahora… ¿cuándo? Nadie sabe qué hay después que nos morimos”.
+ VIDEO: la gran aventura de la familia francesa