Esta nueva propuesta, atípica, ya funciona en Buenos Aires, donde los locales abren durante la semana a las 6 de la mañana.
La gente llega con sus colchonetas y un grupo de personas disfrazadas, con anteojos de cotillón, sombreros y vestidos de colores, los recibe.
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La fiesta comienza con una sesión de yoga, pero no todo es relajado, ya que al terminar, las colchonetas desaparecen y se encienden las luces de colores. El salón se convierte en un boliche, con música a todo volumen.
Todo dura dos horas, y por supuesto en el lugar no hay alcohol, ni cigarrillos, ni drogas. En la barra solo hay: leche de castañas de cajú, agua, jugo de naranjas, alfajores de arroz y frutas disecadas.
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Antes de que termine el evento, todos se vuelven a relajar diez minutos y el organizador del lugar les dice: "¿Cómo piensan brillar hoy?" y todos se van a sus trabajos.
El objetivo es que al salir de ahí, la gente se va a trabajar con ánimo y de muy buen humor. Algunos, hasta llevan a los hijos, antes de que entren a la escuela.
Los inicios de estas "fiestas daybreaker" son en Manhattan en 2013, y cinco años después desembarcaron en cuatro continentes. Hoy se replica en 22 ciudades de todo el mundo.