Miguel Suárez tiene 65 años y es el dueño de un gran campo en las sierras de Córdoba, que invita a turistas de todo el país a practicar el nudismo social. El predio cuenta con más de 1.200 hectáreas y dentro de él han creado diferentes reglas para mantener el orden entre los visitantes.
Miguel contó en una entrevista con Infobae, que su pasión por el nudismo comenzó hace más de 20 años cuando realizó un viaje y conoció junto a su familia lo que es estar en una playa nudista. Salvo él y su familia, todos estaban desnudos “pero al principio no nos animamos a desvestirnos. Hasta que llegó el heladero, dejó en la arena la heladerita que traía colgada, se sacó la ropa y siguió vendiendo completamente desnudo. Eso nos hizo decidir. Si el heladero se sacaba la ropa, ¿por qué nosotros no?”, se preguntó.
Desde ese momento hasta la actualidad, aprovecho todos los veranos en Córdoba, desde diciembre hasta marzo, casi abril, para recibir a todos los turistas que estén interesados en el nudismo social. "La sensación que tuve desnudo en el mar fresco y transparente no fue de pudor sino de 'libertad'", explicó el ingeniero.
Apenas volvió de su viaje y primera experiencia, sintió que esa era la forma que quería vivir su vida a partir de ahora, en libertad. Durante varios meses intentó encontrar comunidades de personas que compartieran sus mismos gustos, pero solo halló quintas nudistas privadas en Moreno, provincia de Buenos Aires, a más de 700 kilómetros de su casa.
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Tras eso decidió formar su propio grupo de personas en Córdoba, en su campo en las sierras de más de 1.200 hectáreas, un espacio enorme para disfrutar y realizar su nudismo sin molestar a nadie más. Miguel fundó ahí Yatan Rumi, que en quechua significa “Piedra desnuda”, una reserva nudista con una casa de campo con dormitorios y un área para acampar en la que estableció varias “reglas de oro”, entre ellas, que la desnudez es obligatoria.
Pero el nudismo no solo le trajo paz y libertad a su vida, sino que también encontró el amor. Nora, una mujer que visitó por primera vez su establecimiento casada, pero que luego de separarse, volvió, se enamoró de Miguel y ahora llevan ocho años juntos.
La pareja explica que luego de tantas temporadas, algunas preguntas que le hacen son muy recurrentes y curiosas a la vez. Según Miguel, uno de los preconceptos más comunes es asociar esa desnudez compartida con la promiscuidad y las orgías, de ahí que hay una pregunta que no falta nunca: ¿se puede tener sexo en público?
"El sexo queda para el ámbito privado: la carpa, el dormitorio o algún lugarcito dentro de 1.200 hectáreas vas a encontrar pero tiene que ser un lugar escondido, el sexo en público no está permitido”, aseguró el propietario.