Se llama Pinky, tiene siete meses y juega con sus dueñas, las hijas de la familia Rossi. No, no es una perrita. Es una cerdita.
Pesa 150 kilos, tomó mamadera hasta hace un mes y, ahora, come mucha carne, galletitas surtidas y caramelos. Parece que el guiso no le gusta.
Sus dueñas se divierten con ella. "Le pintan las uñas, la disfrazan, le ponen anteojos. Es la muñeca de la casa", cuenta Graciela.
La dueña de casa aclara que tiene todas las vacunas y es atendida por veterinarios. Aunque parezca increible, al caer la tarde, toca la puerta para que la bañen.
"Está acostumbrada a estar con humanos y da muchos besos" relata Graciela. Eso sí, reconoce que requiere mucha limpieza y un gasto importante en alimentos.
"Se ganó el amor de la familia y eso no tiene precio", dice la mujer. Mirá la nota completa: