El duelo por la vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y la Universidad de Chile quedó marcado por la violencia.
A los 2 minutos del segundo tiempo, con el marcador 1-1 y ventaja para los chilenos en el global, comenzaron los incidentes que desataron una batalla campal en la tribuna Pavoni Alta. La Conmebol resolvió suspender el encuentro y ordenar la evacuación del estadio.

Con el correr de las horas, el panorama en el estadio de Avellaneda fue desolador. Los pasillos y plateas quedaron convertidos en un escenario de posguerra: baños destruidos, portones derribados, rejas arrancadas, butacas desparramadas por el piso y chapones de las paredes laterales utilizados como proyectiles.
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Además, en varios sectores se observaron manchones de sangre y vestimentas de los hinchas visitantes, que fueron agredidos en medio del caos.

El micro que trasladaba al plantel chileno también fue atacado mientras los jugadores aún estaban en el interior del estadio. A su vez, se vandalizaron puestos de comida y distintos accesos, dejando al Libertadores de América con serios daños estructurales.
La dirigencia de Independiente repudió los hechos y advirtió que las reparaciones serán millonarias. Por su parte, desde Chile apuntaron contra la deficiente organización del encuentro, con los cañones contra la Conmebol.

El saldo provisorio de la jornada incluyó al menos dos personas con heridas de gravedad, 11 lesionados y 350 hinchas de la U de Chile detenidos. Con el estadio devastado y un fuerte operativo judicial en marcha, ahora resta esperar las sanciones que la Conmebol podría aplicar tanto al club como a las parcialidades involucradas.