"Che, boludo, me vuelvo a Qatar. Estuve unos días en Alemania, pero no puedo más, no puedo dormir. Me voy de vuelta". Joaquín respiraba agitado al informarle a su hermano que había tomado la decisión de regresar al país organizador del Mundial para ver la final entre Argentina y Francia.
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Él había estado presente en la cancha en los partidos ante Polonia, Australia y Países Bajos y había retornado al país germano, donde vive hace cuatro años, porque la plata se había terminado. En esa primera etapa se había dado el lujo de alojarse más cerca del centro de Doha y de disfrutar del clima mundialista junto a amigos.
En parte emocionado por la chance de volver a ver a la Selección y quizás un poco preocupado por las deudas que iniciarían su largo peregrinar, el joven cordobés tomó su empresa como un deber patrio.
"Pierda o gane no quiero estar acá (Alemania), con esta energía fea. Me endeudo, no me importa nada. Es el día mas importante de una generación", expresó este traductor de alemán que vive y trabaja en Erfurt, una ciudad de unos 200 mil habitantes.
Joaquín con un amigo en el famoso "Barwargento".
En diálogo con ElDoce.tv, Joaquín Ñáñez relató sus sensaciones al tomar la decisión de volver a Qatar para ver a la Scaloneta contra Francia. "Pagué en mil cuotas y le pedí algo de plata a un amigo. Tenía que estar en Doha. El mundial era este", afirmó y reveló que en su trabajo fueron muy comprensivos con su partida.
Uno de los principales problemas era que no tenía entrada para la final, aunque con estar presente en la capital qatarí era suficiente para él. "Quería estar ahí agradeciendo a los jugadores pasara lo que pasara", agregó. Afortunadamente, una vez llegado a la capital qatarí se volvió a juntar con su grupo de amigos que había prolongado su estancia.
Entre esa barra de amigos se encontraba Santiago, que hizo una movida parecida a la de Joaquín. Cuando estaba en el aeropuerto para volverse a Córdoba, decidió que su destino estaba con la Scaloneta, por lo que perdió el vuelo a propósito y se quedó para perseguir el sueño de llevar la "tercera" al país.
Operativo entradas
Ya mentalizados en conseguir los tickets para la final, Joaquín y Santiago se sumaron a la movida de buscar entradas de reventa a precio oficial, que tuvo a cientos de hinchas argentinos reclamando para evitar los exorbitantes precios que se ofrecían.
Sin embargo, otras experiencias mundialistas previas les dejaban una cosa bien clara: la reventa nunca es barata y para acceder a un boleto hay que estar dispuesto a desembolsar una buena cantidad de "billetes".
Gracias a las incansables gestiones de Santiago, los jóvenes consiguieron sus ingresos al inmenso estadio Lusail tras abonar una importante cantidad de dolares. Las deudas y las cuotas poco importaron y el grupo de amigos pudo estar bien cerca del arco donde se patearon los penales, para presenciar el título mundial obtenido por Messi y compañía.
Joaquín y Santiago, besando una réplica de la "tercera".
Festejos
Después de celebrar con los jugadores en Lusail, los amigos cordobeses volvieron al famoso "Barwargento", el barrio de Doha que recibió la mayor cantidad de argentinos y en donde los asados, la cumbia, el cuarteto y algunos brebajes espirituosos eran moneda corriente.
En las calles de esta zona, los festejos continuaron hasta altas horas de la madrugada y le dieron la bienvenida al sol del 19 de diciembre, el día después de la obtención de la tercera estrella que ahora decora el escudo argentino.
Los festejos en el "barwargento" se prolongaron hasta bien entrada la mañana del lunes.
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Su historia con Maradona
Joaquín tuvo el privilegio de seguir a la Selección Argentina en los mundiales de Brasil 2014 y Rusia 2018. En la Copa del Mundo que se jugó en el país euroasiático, el joven de 33 años protagonizó un momento épico en el partido entre Argentina y Nigeria por la fase de grupos.
Cuando llegó a su lugar en el estadio de San Petersburgo, se dio cuenta que tenía a Diego Armando Maradona a pocos metros, por lo que se acercó a buscar estar cerca de quien es su máximo ídolo. Cuando se aproximó a la figura celestial del Pelusa, una foto inmortalizó lo que fue una de las mejores imágenes del Diez.
En la postal que recorrió el mundo se observa a Maradona levantando sus brazos y mirando al cielo, como invocando la gracia divina para obtener una victoria. Cabe destacar que ese día la Selección necesitaba ganar para pasar a octavos de final.
Abajo del Diego se vio a Joaquín con el pelo teñido y una remera de Claudio Paul Caniggia, lo que le dio un tinte épico a la escena. La frutilla del postre fue el haz de luz que apuntó exclusivamente al héore del Mundial 86.