José Daniel “la Rana” Valencia nació en Jujuy, pero es cordobés por adopción. Es ídolo de Talleres y fue campeón del mundo con la Selección Argentina en el Mundial 1978.
Su hijo Daniel a menudo suele contar historias en su cuenta de Twitter en las que demuestra la humildad de quien fue uno de los jugadores artífices de una de las máximas alegrías para el deporte nacional, y la sociedad argentina en general.
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Esta vez, eligió relatar cómo fue el emotivo e inesperado festejo con el que su padre celebró aquel mundial. Para comenzar, aseguró que es “un tipo muy despistado” a punto tal que no recordaba haber jugado una Copa América, o que perdió la camiseta que intercambió con Johan Cruyff y que no sabe ni siquiera a quién le regaló las casacas que vistió en las copas del mundo.
“La situación es distinta porque trata de un tipo distinto”
Daniel explicó que, en 1978, los jugadores de la Selección habían estado concentrando desde enero para prepararse para el Mundial. Sólo podían viajar los fines de semana a jugar con sus equipos, pero pasaron seis meses sin ver a sus familias.
El 25 de junio, el día que Argentina vence 3-1 a Holanda en la final, el fútbol le dio una gran alegría a un país que estaba siendo golpeado por la dictadura. El Obelisco estaba repleto de gente, el plantel celebraba con gran felicidad. Sin embargo, en el hotel faltaba alguien: la “Rana” Valencia.
Con 22 años, el campeón se volvió urgente al hotel, preparó sus cosas, y dejó una nota en la recepción: "Profe, gracias por todo. ¡Somos campeones del mundo! Vine rápido al hotel antes que se llene de gente, ya me voy a casa a ver a mamá. Despídame de todos. Abrazo enorme”.
Así fue como Valencia, en vez quedarse para un festejo soñado para cualquier futbolista, decidió emprender viaje inmediato hacia Jujuy para poder ver a su madre.
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Para cerrar, Daniel contó que le preguntó a su padre por qué había tomado tal decisión de perderse los festejos a pesar de que había conseguido la gloria futbolística. "La abracé a la abuela como dos horas, y eso fue mejor que todo”, le respondió.
El texto completo:
Bueno, voy a contarles otra de las particularidades de mi viejo. El es un tipo muy despistado (Nivel: me juraba que nunca había jugado una copa América, y en realidad quedó demostrado, con pruebas, que si) o entre otras cosas, en una gira cambió la camiseta con Cruyff y LA PERDIÓ.
Regaló todos sus botines y camisetas, lo cual en rigor de verdad, no es malo. El punto está en que no se acuerda a quien le regaló cada cosa. No es que le hacía regalos a personas especiales. El primero que se le cruzara, y le pedía algo, lo obtenía. Nunca supo que hizo con las camisetas del Mundial, al punto que más de una vez he visto sus camisetas en algunos museos y el no tiene ni la menor idea de cómo llegaron ahí. En fin, podría seguir toda la tarde con estas cosas, pero voy a ir a lo concreto: el tema que quiero contar.
25 de Junio de 1978 Argentina se coronaba campeona del mundo por primera vez en su historia y los festejos daban que desear. Calculo que todos los que han jugado al fútbol alguna vez, han fantaseado con la idea de ganar un mundial y, no tengo que decirles, como lo festejaríamos.
Pero acá la situación es distinta porque todo trata de un tipo distinto. También debemos entender el contexto: La Selección Argentina había concentrado desde mediados de enero para lo que sería la cita mundialista. Si bien, los sábados les permitían viajar para jugar con sus respectivos equipos, apenas finalizaba el encuentro, debían volver para la concentración en Buenos Aires y, consecuentemente, habían pasado casi 6 meses sin ver a su familia. Mi abuelo falleció cuando mi viejo tenía 15 años, a los 16, el ya se fue de su casa para jugar profesionalmente y ya quedar instalado en Córdoba.
El partido había terminado. Argentina 3 - Holanda 1. Los jugadores se reunieron todos para festejar y preparaban la cena en la que brindarían por todo lo conseguido. Pero había algo raro, faltaba alguien dentro del plantel.
Ya sabrán quién era el ausente. Quizás con 22 años no tomaba dimensión de lo logrado, pero ese es un pensamiento, completamente subjetivo de la persona que escribe estas líneas. El Obelisco explotaba de gente, todos en sus casas se abrazaban a su familia, todo era algarabía.
En el hotel los jugadores festejaban mientras un preocupado Profe Pizzarotti, lo buscaba. En ese entonces - aclaro para los lectores más jóvenes - no existían los medios de comunicación que tenemos hoy, la búsqueda era casi inútil.
El recepcionista del hotel decide acercarse al profe, a quién veía sumamente preocupado, y le da un papel: "Profe, gracias por todo. ¡Somos campeones del mundo! Vine rápido al hotel antes que se llene de gente, ya me voy a casa a ver a mamá. Despidame de todos. Abrazo enorme "
Así fue que mi viejo, apenas salió campeón del mundo, decidió irse a festejarlo con mi abuela.
Ya es material suficiente para finalizar este hilo, pero como trata de una persona particular, aún no les he contado todo.
En el camino a Jujuy, los gendarmes que lo veían pasar se sacaban fotos y festejaban con uno de sus próceres. Así fue que, desde Tucumán, salió la noticia de que el primer (al día de hoy, único) jujeño campeón del mundo estaba volviendo a su tierra natal.
El gobierno jujeño tomó nota de la situación y, decidió declarar asueto para que el pueblo jujeño pueda ir a recibir a su héroe. Obviamente una persona en medio de la ruta, no tenía forma de enterarse de esta noticia, pero no pasaba nada porque iban a copar la entrada principal.
Para llegar a la casa de mi abuela, tenías 2 posibilidades: Agarrar la avenida principal (que es lo que hace todo el mundo) o una calle de tierra que mi viejo transitaba cuando tenía 13 años. ¿Adivinen que camino eligió? Exactamente, se fue por el camino de tierra.
Una vez llegado, más sonriente que nunca, esperando, finalmente, reencontrarse con su madre. Toca el timbre, abre la señora que trabajaba ahí.
- ¡¿Daniel, que está haciendo acá?!
- Me hubiese gustado que me reciban mejor...
- ¡ESTÁ TODA LA PROVINCIA ESPERÁNDOLO EN LA AVENIDA PRINCIPAL!
Ustedes dirán que lo importante era poder ver a mi abuela, y tienen razón. ¿Saben cuál fue el problema? QUE MI ABUELA TAMBIÉN SE HABÍA IDO A LA AVENIDA A RECIBIRLO.
Es así que la historia del tipo más despistado del mundo, concluye. Personalmente siempre me pregunté ¿cómo puede haberse ido sin quedarse a los festejos? pero cuando me dijo "La abracé a la abuela como 2 horas, y eso fue mejor que todo" no tuve más objeciones a sus decisiones.
Fue así, hasta el último día de mi abuelita. Siempre una cancha de fútbol, y ellos juntos.