*Texto extraído del libro "Es Gatorei, una antología de fútbol", de Andrés Ñáñez y Pablo Angulo.
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Josemir Lujambio nació un 25 de septiembre de 1971 en Durazno, Uruguay. Icónico vagador de mundos, goleador de los guapos, nunca se pudo saber si era “9”, segunda punta o extremo. Delantero y ya, de esos que pueden arrojarse en la cancha en cualquier espacio del frente ofensivo. También escritor oficial de prólogos en los poemas de José María Listorti.
Debutó en 1991 en el fabuloso Defensor Sporting que sería campeón en Uruguay. En 1996, recaló en el fútbol de nuestro país donde sería adoptado para siempre. Jugó en Primera con Huracán de Corrientes y pasó por Newell’s. Tras poco fructíferas experiencias en el simpático Rayo Vallecano y en Peñarol, volvió a cruzar el charco para jugar en Belgrano.
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Allí pegó una gran afinidad con la ciudad de Córdoba y con la hinchada Pirata, llegando a declararse hincha. Después de una buena temporada en Banfield, voló a México para jugar en Querétaro y luego en el Celaya.
Con 34 años volvió del retiro para pelear la permanencia con Instituto, formando junto a Miliki Jiménez una de las duplas ofensivas más queridas por los hinchas de La Gloria en todo el siglo XXI, aportando una pila de goles clave para que ese equipazo se quede en Primera. Luego fue pieza fundamental en el copero Taladro del Gatito Leeb, siendo muy recordados sus tres goles a River que provocaron la renuncia de Leo Astrada.
Cumplió en Olimpo y fue campeón de la B Nacional con Atlético Tucumán en 2009. Se retiró pero tuvo un nuevo regreso a las canchas jugando para Defensor de Paso de los Toros y culminó (ahora sí) su carrera en Centro Recreativo Porongos (con perdón).
Jugó un Mundial sub 20 con su país y hasta disputó la Copa América '97 con la Mayor. Pero para Lujambio el fútbol siempre fue un laburo. "Nunca pude entender el fanatismo de la gente. Pero cuando salía a la cancha daba el 100%".
Actualmente se dedica a gestionar su complejo de cabañas en el bucólico paisaje de la zona que lo vió nacer. "Mi sueño es estar en un entorno donde pueda compartir con la naturaleza. Hoy puedo vivir de lo que me gusta, antes ganaba mucho y no hacía lo que me gustaba".
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Sus experiencias en Córdoba
Lujambio llegó a Belgrano a mediados de 1999 y rápidamente se ganó el corazón de la hinchada celeste, a base de goles, por supuesto. En noviembre del mismo año, le marcó tres goles a Instituto en un clásico en el que el Pirata se impuso por 4 a 1.
Estuvo en el club de Alberdi hasta mediados de 2001 y tuvo tiempo para marcar otro triplete ante Gimnasia La Plata, en lo que fue victoria de la "B" por 3 a 1. Tal fue el cariño que le daban los hinchas, que se terminó haciendo simpatizante del club.
"He jugador en muchos clubes pero todos saben lo que es Córdoba para mí y lo que es Belgrano. En Belgrano pasamos cosas increíbles: entrenábamos en lugares insólitos, jugamos cosas increíbles cuando el club estaba mal. Uno ve Belgrano hoy y piensa... la pucha... nosotros no teníamos ni para bañarnos", recordó en una entrevista a La Voz.
Además, confesó que tiene un grupo de Whatsapp con sus antiguos compañeros de plantel, entre los que se encuentran el Luifa Artime y el "Chiche" Sosa. "Belgrano tiene esas cosas, te une", aseguró.
Tiempo después, llegó a Instituto en 2005, pedido por su el entrenador, su compatriota Luis Garisto, que lo trajo luego de diez meses de retiro. Sin embargo, su estadía en Alta Córdoba arrancó de la peor manera al confesar que era hincha de Belgrano.
“Lo sentí de esa manera, pero cuando uno va con la verdad a veces no les gusta. Para los hinchas de Instituto era un reverendo hijo de su madre, me puteaban todos los partidos”, contó en una entrevista. Pero a fuerza de goles el charrúa cambió insultos por elogios que coquetearon con mutar en idolatría.
“La gente no me quería ni ver. Pero todo cambió en un partido con Almagro en el cual perdíamos 2-0. Era la sentencia para irnos al descenso y a falta de un minuto meto dos goles y lo terminamos ganando 3-2. Una vez que terminó el partido y salí de la cancha me amaban. Están locos de verdad. Ni yo los entendía, ni ellos a mí", recordó.
En total, marcó diez goles en 16 partidos y salvó a la Gloria del descenso, luego de ganarle a Huracán en la promoción, redondeando un resultado global de 3 a 1.