Su corazón es verde. Su padre es un histórico dirigente y su abuelo, uno de los fundadores. Es uno de los grandes ídolos de la historia del club más grande de Córdoba y el país. De los nueve títulos de Atenas en la Liga Nacional (es el más ganador), el base estuvo en cinco.
Podrían enumerarse muchos otros logros y estadísticas de Bruno Lábaque en el Griego. Pero lo mejor lo dejó en la cancha, a cada segundo con cada gota de sudor, viviendo cada partido como si fuera el último. Y sus fanáticos se lo reconocieron este viernes en un Polideportivo Carlos Cerutti repleto, como hacía mucho (lamentablemente) no se lo veía.
Era el último de los 920 partidos en la Liga y el basquetbolista -que ya piensa en ser dirigente- confesó antes del juego que estaba muy nervioso. "Parece más el debut que la despedida porque estoy medio tembleque. Salí a tirar dos tiros recién y parece que no hubiera jugado nunca al básquet". Mirá la entrevista con Telenoche.
Ya en el rectángulo, el base cordobés demostró la garra de siempre, convirtió 21 puntos y fue clave hasta el final en el clásico ante Instituto. Y su carrera duró cinco minutos más de lo que imaginaba: metió una asistencia faltando dos segundos del tiempo regular para que Johnson empatar las acciones en 86.
En el suplementario, La Gloria demostró su superioridad: ganó 102-95 y quedó invicto en la temporada (4-0) ante un equipo que ya no jugaba por nada. Solo para despedir a uno de los grandes de la historia de su club, que no pudo contener las lágrimas cuando salió faltando poco más de 20 segundos.
En el final, Lábaque se trepó al palco para abrazarse con Marcelo Milanesio y Pichi Campana, otros dos históricos del club. Luego se fundió en un abrazo interminable con su papá, Felipe. El video es emocionante.
Colgaron su camiseta. Nadie más usará la número siete en Atenas. Su casaca quedará por siempre en lo más alto del Cerutti junto a las de Milanesio, Campana y Diego Osella.