Ni el más optimista lo hubiera imaginado. Luego de la época dorada de la selección, Argentina estaba de nuevo en una final del mundo tras superar a potencias y grandes candidatos al título como Serbia y Francia.
Este equipo encabezado por Campazzo y Scola rompió todos los pronósticos y se dio el lujo de jugar la final del Mundial de básquet, 17 años después de la última disputada en Indianápolis 2002 y a 69 años del primer y único título mundial. Pero no pudo coronar un torneo épico y cayó sin atenuantes con España.
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El resultado fue 95-75 a favor del equipo de Gasol, Rubio y compañía, que ganó el partido de punta a punta. A pesar de algunas reacciones del conjunto de Sergio Hernández, la victoria española nunca estuvo en duda.
Argentina, que metió 7/27 en triples (26%), se vio dominada desde el primer minuto por una España que impuso su juego, la superó en los rebotes y la complicó con una gran defensa. La primera etapa terminó 43-31 para los europeos y en el tercer cuarto llegó a sacar una máxima de 22 puntos.
Todo fue cuesta arriba para el conjunto nacional, aunque en el último cuarto cambió la cara en base a buenas defensas y puntos rápidos, incomodando el triunfo y sacando a relucir el gran carácter que demostró el equipo durante todo el Mundial.
Fue un cierre digno para un equipo que dio cátedra de cómo defender y de cómo ganar siendo, en la previa, mucho menos que muchos. Luis Scola, quien jugó su quinto Mundial con 39 años, fue el único argentino elegido en el quinteto ideal del torneo. Orgullo.