A fines de junio del año ‘68, River y Boca se enfrentaron en el Monumental en un partido del torneo Metropolitano. Unas 90 mil personas en un estadio que tenía menos tribunas que el día de hoy. Un partido, dicen los que lo presenciaron, que tuvo un inicio jocoso con un jugador de Boca, Rojitas, que jugueteó por unos instantes con la gorra cábala al arquero de River Amadeo Carrizo, quien un rato más tarde se sentó en la cancha, en medio del partido, para burlarse de la pobre ofensiva visitante. Todo terminó en un 0 a 0. Sin embargo, lo que era una fiesta, terminaría en tragedia.
Una de las salidas de la hinchada boquense, que abarrotaba las tribunas, era por la puerta 12, que da a la avenida Figueroa Alcorta, hoy puerta M. Poco después de que el silbato del árbitro diera por terminado el encuentro, los hinchas empezaron a bajar por las escaleras casi a oscuras. Hay coincidencia en que la presión de la gente generó una avalancha que hizo correr a la gente escalones abajo. Luego, en la planta baja, la multitud empezó a amontonarse y todo terminó con una cantidad nunca vista de muertes en un estadio de la Argentina.
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Aquí las versiones se separan y hay testigos presenciales que relatan cosas opuestas: que las rejas estaban abiertas, semicerradas o totalmente cerradas, que los molinetes estaban puestos o que los habían sacado, que había policías en la calle que frenaron la salida de los hinchas y otros que nunca los mencionan…
El dictador Onganía se involucró personalmente y con algunos de sus funcionarios visitó comisarías donde se acumularon los cuerpos y hospitales donde se atendió a los heridos. Pero el calvario lo vivieron los familiares de las víctimas, que debieron recorrer distintas instituciones tratando de encontrar a sus familiares muertos o lesionados.
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Las investigaciones judiciales derivaron en la pronta detención del intendente y un capataz de River por su presunta responsabilidad. Pero meses más tarde, la Cámara de Apelaciones dictó su sobreseimiento y la causa finalmente se cerró sin encontrar culpables. La mayoría de las familias de los muertos cobró una ínfima indemnización.
Recién en 2008, al cumplirse 40 años de la tragedia, River colocó una placa recordatoria junto al lugar de la tragedia. Boca pidió perdón 10 años más tarde por no acompañar a sus hinchas y este año inauguró en el hall de la Bombonera una placa conmemorativa que recuerda a las 71 víctimas mortales.
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