Gustavo y Massimo son socios de un café en Alicante, España, el lugar donde se conocieron y coincidieron en desarrollar un emprendimiento gastronómico en esa bella ciudad a orillas del Mediterráneo.
Ambos pusieron como única condición que el bar tendría el color del equipo de sus amores. Algo que parece imposible de conciliar cuando de fútbol se trata.
Sin embargo, el destino quiso que estos dos muchachos tengan una misma pasión de color celeste. Gustavo es cordobés y fanático de Belgrano. Su socio Massimo es napolitano y seguidor del club que hizo famoso Diego Maradona.
El bar se llama "El Borbonico", aunque se lo conoce como el café pintado de "celeste". Está ubicado frente al coqueto teatro de Alicante y es punto de encuentro obligado entre cordobeses e italianos durante el periodo estival europeo.
Allí, transcurren innumerables noches de tertulias. En esas charlas futboleras, como buen napolitano amante de Maradona, Massimo no se cansa de repetir como lloró, con solo cinco años, cuando Argentina perdió la final del mundial de Italia 90.
Mientras tanto, su socio, el simpático pirata cordobés, no duda en evacuar el bar cuando juega Belgrano para poder ver el partido tranquilo, invitando amablemente a sus clientes a que sigan consumiendo afuera del mismo. Algo muy gracioso de ver. Como también cuando se pone a hacer el escudo del club de Alberdi en la espuma del café que sirve.
Además, Gustavo es integrante de la numerosa filial de Belgrano en España, que lleva como nombre el de un prócer celeste, la "Milonguita" Heredia, el ex jugador de Belgrano reconocido por su paso por el Barcelona. En las paredes de su casa, abundan los posters con los distintos planteles del Pirata.
La pasión no tiene límites y quedó demostrado, el pasado fin de semana, cuando Gustavo cumplió el sueño de traer a Córdoba a su novia española para ver a Belgrano, hacerle pisar el césped del Kempes y compartir el triunfo del celeste frente a Defensa y Justicia, en medio de la tribuna popular pirata.
Visiblemente emocionado, cumplió también otro de los deseos de su prometida: sacarse fotos con los jugadores luego del partido. Ella quería conocer quiénes eran los famosos Juan Carlos Olave, Guillermo Farré y compañía que tanto "amaba" su amado.
Elizabet pudo, por fin, compartir y sentir con su novio la pasión descontrolada de la que le habló Gustavo durante tanto tiempo. Él está feliz, ella también y luego del triunfo de Belgrano, hubo promesa de casamiento. Novio cordobés, novia española y testigo napolitano. ¡Mamma mía! Sin dudas, será una boda "celestial".