Marcelo Pagliaccio, un joven periodista deportivo del diario Olé, murió a sus 32 años mientras estaba de vacaciones en Florianópolis, Brasil. La inesperada noticia sacudió a todos.
Había estado en una fiesta con sus amigos y planeaban volver a la posada, pero decidieron ir a la playa durante el amanecer. El periodista se desvaneció dentro del mar.
Según varios testimonios ocurrió en una zona de baja profundidad, pero hasta que advirtieron lo que ocurría el joven tragó una considerable cantidad de agua. Sus amigos le practicaron RCP y lograron que retome el pulso, pero su estado ya era complicado: falleció de camino al hospital.
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Según pudo saber Clarín, la familia de Pagliaccio ya está camino a Brasil para traer sus restos y Gustavo Ricardo Coppa, cónsul argentino en Florianópolis, se puso a su disposición.
Sus compañeros de Olé demostraron su dolor en una carta. Lo recordaron con cariño y contaron que trabajaba en el diario desde hace 10 años.
El texto que publicó Olé tras la muerte de “Paglia”
“Dolor y más dolor. Porque se nos fue un gran pibe. Porque tenía mucho por vivir. Porque Paglia, como lo llamábamos todos, era eso: un gran pibe. Olé está de luto. Porque la muerte de Marcelo Pagliaccio es una mierda. Porque no queremos escribir más sobre compañeros que deberían estar con nosotros y no están. Porque tenía 32 años. Porque desde que llegó hace diez años y se sumó a la movida digital que recién arrancaba en Olé, creció como periodista con todos. Porque ese fanático del fútbol italiano y de la Fiorentina en particular, era un potente goleador y llevaba la ironía a flor de piel.
Entre las discusiones sobre cómo abordar un tema o el otro, de repente llega el llamado que nadie está preparado para recibir. Y uno se pone la coraza de la negación creyendo que no está confirmado, que no es él, que no le pasó, que no puede ser. Y el dolor vuelve. El mismo que sentimos cuando se murió el Topo López cuando hacía la cobertura del Mundial 2014. La desolación, el abrazo entre todos y las lágrimas tratando de aceptar que Paglia no va a estar más con nosotros para esos mates entre computadoras, esas salidas con amigos que se hizo en Olé, esas charlas de cualquier tema, esas escapadas a la Bombonera.
¿Cómo entender o aceptar que de vacaciones soñadas en Florianópolis te pase esto? Ver el amanecer y meterse al mar con la salida del sol se transformó en el plan fatal. Los datos médicos confirmarán si se desvaneció, si tuvo un problema cardíaco y después se ahogó, pero qué nos importa. Las mañanas de Olé no tendrán más su humor ni sus enojos, sus risas y sus broncas, su predisposición constante. Porque ese pibe que se venía generalmente bien temprano de Derqui a Constitución a laburar todos los días se nos fue muchísimo antes de lo que debía. El dolor nos impide escribir mucho más porque estamos de luto y sólo queremos llorar.”