Hay barreras que en el Siglo XXI ya no deberían existir. Erradicarlas contribuiría a una verdadera inclusión social. Son problemas que se arrastran hace años, pero siguen sin solucionarse.
“Un poquito de empatía, nada más”, es lo que pide Gustavo Luján, un hombre que necesita trasladarse en silla de ruedas y que todos los días se enfrenta con dificultades en Argüello, su barrio. Lo cierto es que el problema se repite en otras zonas de la ciudad de Córdoba, tal como este medio lo reflejó hace tiempo.
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Gustavo sale a diario junto a su acompañante terapéutico, Matías Suárez, a recorrer la zona, pero trasladarse sin obstáculos nunca fue posible. En un informe de Noticiero Doce quedó registrado el desafío y las maniobras a las que se exponen todos los días. “Lo padecemos a diario, se nota que la ciudad no está preparada para personas con discapacidad”, lamentó Gustavo Luján.
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El recorrido inició en la calle Tomás Garzón y finalizó en la avenida Ricardo Rojas. En esas siete cuadras, el trayecto se volvió inaccesible y no les quedó otra, a Matías y Gustavo, que trasladarse por la calle exponiéndose a la posibilidad de sufrir un accidente.
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En las imágenes quedaron registrados los inconvenientes que se les presentaron: veredas sin rampas, cordón cuneta alto, una rampa con pendiente elevada que era imposible hasta cruzarla caminando, rampas obstruidas por un árbol, poste o basura y el paso a nivel sin rampa. El acompañante terapéutico debe sortear los obstáculos con maniobras peligrosas: cruzar las vías del tren sin que el hombre en sillas de ruedas se caiga.
“Ponerse en el lugar de una persona con discapacidad no es decir voy a hacer una rampa, es decir voy a hacer una rampa que sea cómoda para el acceso, que pueda una persona en silla de ruedas subir y bajar sin necesidad de que alguien lo lleve o traiga”, apuntó Matías Suárez.
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Por su parte, Gustavo Luján expresó su deseo: “Me gustaría que las personas que se ven a diario haciendo propaganda política y se subieran a las sillas de ruedas y dieran una vuelta por la ciudad y ver si les resultaría cómodo andar”.
“Me da bronca, impotencia, tristeza porque no se piensa en el otro. Parecemos que las personas con discapacidad estamos destinadas a estar en la casa, nada más”, sentenció.