Dos hombres llegaron a una pizzería en Alta Gracia, que inauguró hace unos meses. Eran alrededor de las 22:00. El mozo se acercó a la mesa y les tomó el pedido. A los pocos minutos ingresaron tres amigos y se sentaron a acompañarlos.
Después de una larga charla, los últimos en llegar se fueron. Mientras que los dos primeros se quedaron a disfrutar de una rica pizza y una cerveza. La noche estaba ideal. Luego de la cena, pidieron el postre.
En la espera, uno de los comensales se fue. Ya eran casi las 23:00. El que quedó comió el postre de manera atolondrada. Se cambió de silla, la que estaba del lado del pasillo. Acto seguido, comenzó a estirar las piernas y cuando observó que “no había moros en la costa”, huyó sin pagar y como un cobarde.
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El mozo se dio cuenta cuando fue a llevarle otro postre que le habían pedido. En la mesa encontró 200 pesos: eso le dejaron de propina. Pero jamás pagaron lo que consumieron: un total de 2 mil pesos.
“El mozo que les tocó la rompe atendiendo”, relató Eugenia, la encargada de la pizzería, en diálogo con El Doce. Además reveló que el empleado, completamente angustiado por la situación, “lloraba de la bronca”. Y cerró: “Es que se desvive atendiendo y le pasa esto…”.
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