Cuando uno ve la foto que publicó Eugenia no puede más que conmoverse. Lo primero que surge son ganas de sostener al niño, acercarle una silla cómoda, una mesa más grande. Y seguramente eso no sea lo único que le falta.
Pero la postal habla más de lo que el pequeño tiene que de lo que no. Sentado en la cornisa de un macetero gigante en la peatonal, con gente caminando a su alrededor, se lo ve concentradísimo escribiendo en una carpeta escolar, apoyada en un improvisado banco hecho con una silla encima de otra.
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La típica imagen de un alumno haciendo la tarea. Pero no en su casa o en la escuela. Sino en la calle. En una tarde heladísima de pleno invierno, lejos del calor de un hogar. Haciendo equilibrio para poder escribir.
"Hoy mientras caminaba apurada por la peatonal, no pude evitar sacarle una foto a este nene... Que con todo el ruido, la gente que circula, los vendedores tratando de hacer un mango, él concentradísimo en su tarea... Se lo voy a mostrar a mis hijitas por que ellas gracias Dios y a nuestro esfuerzo tienen la bendición de poder hacer sus tareas cómodas, calentitas dentro de casa, con los lápices que eligieron, con los útiles que más les gustan....
Me fui pensando que siempre siempre querer es poder", fue la reflexión que hizo Eugenia, que compartió la imagen en Facebook.
La mujer, que se sensibilizó después de ver a este nene, volvió a la San Martín, apenas pasando la 9 de Julio, pero ya no lo encontró. "Cuando lo vi quedé mirándolo un rato y me impresionó lo concentrado que estaba. Tengo dos hijas, de diez y siete años y se distraen por cualquier cosa cuando hacen la tarea", contó Eugenia a ElDoce.tv. "No me animé a acercarme en el momento a preguntarle si necesitaba algo, por eso volví. A su lado había un señor vendiendo juguetes o algo así, parecía su papá", relató.
"Querer es poder"
Eugenia sabe muy bien que eso es verdad. Ella trabaja en un bar en la peatonal de Córdoba y tiempo atrás fue protagonista otra historia que conmovió a los cordobeses. Le cambió la vida a Carlos, un joven que entró a la cafetería que atiende y le confesó que buscaba trabajo pero que no tenía ni una moneda para imprimir su escueto currículum. Eugenia le dio una hoja y una lapicera, y esperó con paciencia que el joven escribiera sus datos cargados de toda su ilusión.
La historia para Carlos fue afortunadamente feliz. Cuando se viralizó su historia, terminó recibiendo muchas propuestas y pudo cumplir su sueño de trabajar.
Seguramente Eugenia quiera que algún milagro parecido ocurra con este niño, que volverá a buscar en la tarde del viernes. Por ahora no sabe ni cómo se llama, pero sí conoce muy bien sus ganas de superarse.