Ante el aumento significativo de personas que optan por la cremación, por primera vez, la Iglesia se manifestó sobre cómo conservar las cenizas de los difuntos, ya que hasta el momento no existía ninguna norma canónica.
El concepto general es que los restos incinerados deben “mantenerse en un lugar sagrado”. Esto implica que está expresamente prohibido que las cenizas se esparzan en la naturaleza o se guarden en la casa, como mucha gente hace.
Concretamente, se indica que los restos deben quedar en el cementerio, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente.También prohíben que "las cenizas sean divididas entre los diferentes núcleos familiares, ya que “se les debe asegurar respeto y condiciones adecuadas de conservación".
Y van más allá: no está permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma. Tampoco se acepta la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos, invocando razones higiénicas, sociales o económicas que pueden motivar esta opción.
Todas estas opciones, que a ojos de la Iglesia no son cristianas, tienen una justificación: "La conservación de las cenizas en un lugar sagrado puede ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración y el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana. Así, además, se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos".
Desde el Vaticano aclararon, por último, que aceptan la incineración tras la muerte, ya que “la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo".