El Papa Francisco llegó con una gran emoción en su visita a la iglesia de San Petronio, en Bolonia, porque había organizado un almuerzo, un tanto extraordinario, que acostumbra hacer durante sus viajes dentro y fuera de Italia. Sin embargo, rápidamente se le debe haber pasado esa energía, porque un hecho provocó alerta en toda la ciudad.
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Entre los invitados había veinte detenidos, mendigos y refugiados. Cuando llegó el momento de sentarse a la mesa del Pontífice, colocada en la basílica, dos reos napolitanos no perdieron oportunidad y huyeron.
Claramente, la idea era mucho mejor que ponerse a rezar una plegaria con Francisco. Los dos prófugos estaban presos en un régimen de encarcelamiento abierto, que funciona como un centro especial de reinserción.
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Pero estas personas son consideradas socialmente peligrosas y toxicómanas. Por lo que la Policía comenzó una búsqueda intensa para dar con el paradero de los presos. Este martes se presentaron en la Curia para pedir información a la jerarquía eclesiástica.