El Papa Francisco encabezó su quinto Vía Crucis en el Coliseo romano, donde según la leyenda católica, los cristianos fueron arrojados a los leones durante las persecuciones de los primeros siglos después de Cristo.
Se trata de una de las ceremonias tradicionales de la liturgia católica en la que se realiza la procesión y se trata de replicar las 14 estaciones que Jesucristo realizó antes de ser crucificado. Hubo un importante operativo de seguridad por temor a posibles actos terroristas.
En el recorrido de la cruz participaron decenas de miles de fieles portando velas. El Papa no participó caminando sino que la siguió desde un podio. Después dio su mensaje pascual advirtió sobre la "vergüenza" que le causan "las imágenes de devastación y destrucción que se convirtieron en ordinarias para nosotros".
También denunció muy seriamente "la sangre inocente que cotidianamente es derramada, de mujeres, de niños, de migrantes, de personas perseguidas por el color de su piel o por su pertenencia étnica, social o por su fe en Cristo".