Tras el fracasado golpe de estado turco que dejó más de 260 muertos, el alcalde de Estambul, Kadir Topbas tomó una decisión que generó mucha polémica. En las afueras de la ciudad, cerca de un refugio para animales de la calle, se lee “Cementerio de los traidores” sobre un letrero.
Un importante montículo de tierra será destinado para sepultar a 24 soldados insurrectos muertos en la sublevación. “Aquellos que han traicionado a la nación no deben nunca descansar en paz, ni siquiera en su tumba”, aseguró el alcalde. La excepción es sólo para aquellos que fueron obligados a participar del ataque.
“Aquellos que han traicionado a la nación no deben nunca descansar en paz, ni siquiera en su tumba”, aseguró el alcalde.
Hasta ahora hay un solo soldado enterrado. La familia no quiso hacerse cargo del funeral. Un testigo de la agencia de noticias AFP confesó: “El cuerpo se trajo en ambulancia. Un puñado de personas lo enterraron y se acabó”.
Los sentimientos de frialdad sobre estas personas se pueden entrever en las decisiones tomadas por el gobierno. No se oficiarán ceremonias religiosas ni se recitarán oraciones por los militares rebeldes muertos.