Como si se tratara de un circuito turístico, los curiosos se pasean por el Jardín de Humaya, sólo para admirar las criptas y mausoleos más extravagantes del cementerio de Sinaola.
Alli dentro, no hay héroes, ni próceres, sino narcocriminales que dan testimonio de poder. En vida, ordenaron a sus deudos inmortalizarlos mostrando su “grandeza” y lo hacen levantando magestuosas tumbas que diseñan para “descansar” en la eternidad.
Los restos de los jefes de la droga están dentro de edificios con columnas blancas de mármol, vitrales con ángeles, efigies de Jesucristo, puertas de vidrio, santos con detalles de extravagancia y lujo.
Los departamentos tienen cruces que brillan en la oscuridad o se encienden en forma automática, cuando cae la noche. También sorprenden las medidas de seguridad. Hay aparatos de alta tecnología y cámaras que vigilan todos los movimientos.
Las pinturas y los murales de los familiares decoran los interiores de estas criptas que pueden costar hasta 300 mil dólares.
Los expertos hablan de este fenómeno como un avance más de la "narcocultura". "Es una expresión más del poder narco”, explicó Juan Carlos Ayala, profesor de Filosofía de la Universidad Autónoma de Sinaloa.