Christopher Charron era un chico retraído que caminaba con la cabeza gacha por los pasillos de un centro de salud mental, en Estados Unidos. Lo único que quería hacer era ocultarse. En ese entonces, tenía 15 años y pesaba 244 kilos. Pero ese no era su único problema.
El adolescente comenzó a subir de peso a partir de un trauma irreparable. En 2007 su padre asesinó a su novia. Luego fue sobre sus propios hijos: apuñaló a Charron, su hermano y hermana, y la hija de la novia. Todos sobrevivieron. El hombre se declaró culpable y fue condenado a 30 años de prisión.
Hoy, dos años después, Charron bajó 150 kilos y su vida cambió por completo: entrena seis días a la semana levantando pesas y haciendo cardio. Además, se sometió a una estricta dieta que eliminaba la mayoría de carbohidratos y carnes rojas, y se basaba en gran medida en verdura, carnes magras y pescado.
Ahora, luego de sentirse miserable durante la mayor parte de su vida, el joven de 17 años pesa 97 kilos y planea unirse al ejército después de la preparatoria. Así está ahora.
Todo este cambio fue posible gracias a la ayuda de un asistente del centro de salud mental, Earl Wallace, que se tomó el tiempo de ayudarlo, lo invitó a empezar a entrenar con él y le modificó su dieta. Y gracias, claro, a la fuerza de voluntad.